jueves, enero 12, 2012

El Rey del Acordeón



Termina la sinfonía,
la luz cierra la cortina
y la agonía
queda sobre el vaso de los oyentes
que piden silencio,
y volver el tiempo atrás.

No hay más escenarios,
el Rey se va sin despedir
y se esconde en su madriguera,
donde ya nadie lo molestará,
ni con dinero, ni con amor.

El público llora porque quiere cantar,
el público canta, porque quiere llorar,
el acordeón suena porque tiene que sonar
y otro hombre toca,
porque lo quiere homenajear;
la gente mira,
los vecinos miran,
la libertad se va con él,
con su manta y su sombrero,
las chuchadas escritas en el libro de condolencias
y el último mate,
sigue burbujeando,
en la canción final que todos entonan,
después del último suspiro.

El Rey tiene sueño,
se acabó el concierto,
no hay tiempo ni lugar,
solo una biblia con la cual conformarse
y una fiesta vestidos todos de charros,
Los Hermanos Bustos,
su primo Antonio Aguilar, que nunca conoció,
la cerveza, el vino, la bebida,
el consomé, la carne de cordero,
la ensalada y las lágrimas levantando las copas,
en la mesa familiar,
donde hasta el trono,
llora en el pentagrama,
el último minuto de libertad.

El Rey del Acordeón,
dio la vuelta hacia el camarín,
el público,
se ha quedado sin bailarín,
ahora a cambiarse de ropa
y a guardar el último boleto,
que la caravana
llega hasta donde espera
la ciudad de las cruces,
allí le cantaremos nosotros,
el verso inmortal sobre el mármol.

Los músicos han cambiado de escenario,
siguen formados esperando la señal,
el Rey duerme, nadie lo molesta,
los demás lo despiden,
yo escribo la última canción
mientras el teatro se cierra,
porque la función terminó,
el abuelo ha muerto
y todos lo lloramos.