lunes, mayo 28, 2007

BUEN LICOR

Poema

Soy membrana transeúnte
por las guaridas de los cadáveres
con pasillos de flageladas sonrisas ,
que azotan las visiones de maltratados amoríos,
en los ronquidos de bebidas enmascaradas.


Buen licor de ausentes voces
que duerme en la secas cloacas
codeandose con la desdicha
de mi nombre en solitario.


Te nombrarán esos rasguñados muelles
como el buen amigo de los versos,
quizás el mutuo amor o la roja pelea,
es como Borges te llamaría.


Mas serás para mí esta noche
el distractor de las mofas conyugales
el centinela de los sueños extremos
y las sonrisas de mis interfectos ojos.


Buen licor de la bella mentira,
víctima de los sorbos irritados
y rata en vigilia de las sombras lastimadas.


Mientras, soy yo la espuma de los años,
que deambula por estas paredes mal olientes
junto al espasmo de las ciudades normales
que se las dan de brutos antipoetas,
silenciando el prisma seductor
de las palabras.


Hoy la soledad está ebria
y nos acompaña en el eclipse ruidoso de las copas,
tú sujeto a ese cristal ensombrecido,
yo colgando, aun, del recuerdo.


Del Buen Licor me despido,
subiéndome al brumoso ocaso de los soles
sonrojados por el abandono de la noche
que se dispuso a golpear los manchados manteles
abrigo de mis sienes sin compañía.


martes, mayo 15, 2007

MAL POETA

Poema

Se abren las canciones en los torsos,
junto al borde de la ira disipada,
instalada en el sonrojo de unas momias,
cansadas en la bruma de las penas.


¡Salud!, en las cortinas maltratadas.


Las marionetas murmullan
en la lluvia de machismos demenciales,
mientras caen los desiertos,
ronroneando el esqueleto de unas letras.


No brotan los vocablos esta tarde,
ni nacen de las copas las imágenes
que puedan quitarme la vergüenza
de no poder cantar con mi pluma.


Errante y mal poeta,
soy un mal poeta,
mas nunca fui poeta,
¿fui padre de la lira?


Qué falacia es la que digo,
si me callan las palabras,
comprimiendo pensamientos,
asesinados en la libertad de una sombra
masturbada en la soledad.


¡Salud!, en la mesa de los libros.


Ya no cuento los vasos,
solo el desliz desesperado de mis ojos,
que buscan el suelo fragmentado
impreso en el terruño de mis sienes.


40 años en la barra,
tibia y rojiza…
absorbiendo botellas mugientes
ladronas de ropajes sonrientes
consumidas en el infierno de las melodías alcoholizadas.


Salud, en el himen de las luces.


Más licor en estas calles
mundanas y degolladas,
que así se ventilan las palabras
mal escritas en esta hoja.


Sentada a mi lado continúa la muerte,
se traga mis sueños en cada sorbo,
al tiempo que chocan nuestras copas,
en los festines de la agonía.


¡Salud!, en el rincón de los amantes.



Bar de mala vida, bulla friolenta,
inertes sombras confesantes,
cuerpos abatidos en la cirrosis de los tiempos
y ajenos amigos en la distracción de la conciencia.



Ese es mi ambiente,
ese es el olvido,
ahí están las risas del engaño espumoso,
que cubre la nación de mi intelecto
humillado por la voces
de los pies sobre la tierra.


Se cierran las puertas
y ya no hay salud en los relatos,
sólo el doliente y testarudo ser humano
aun con su copa en alto,
que sigue difamando escupos de su vida
a ese aislamiento ingrato
que no deja de estorbarlo.