miércoles, abril 30, 2008

LA SEÑAL


Porqué pasa que ni siquiera sé quien soy,
ni como soy,
porque me canso de llevar cada día las iniciales de mi nombre,
y las de mis sienes,
porque ni por un segundo logro mantener la calma que me permita sonreírte
cuando me pides llorando que deje de ser hombre,
mientras yo te regalo toda mi estupidez humana con palabras absurdas,
con la bobada incólume que se adueña de mi boca
para hacerme ver la cara de inútil,
y lograr que te den ganas de comerte la almohada
por fijarte que el tiempo en mi cabeza
no construye el avance que signifique tener cada día
tu cuerpo colgado de mi cuerpo,
y poder ser el dúo de los cuentos
que siempre terminan cantándoles a las páginas
de que son felices para siempre.


Por todo esto entonces
te pido que me digas lo que tengo que hacer
para no tener que improvisar esta serenidad que no existe,
y poder hablarte hasta que se me sequen los dientes,
y así conseguir solo un segundo para lograr tener la palabra correcta
que te haga sentir que no soy un niño,
que no soy ese vago mental que no tiene mensaje alguno
cuando la vida se empecina en maltratarte,
dime si algún día podré quitarme todo este
n e r v i o – s i s m o,
si podré con la lengua articular correctamente más de un pensamiento
y no gritar bobadas mientras los labios me sigan tiritando,
dime si podré cargarte cuando los ojos te digan que no pueden mas
por este día,
dime si habrá algún momento
en que tu vida se le tilde de normal,
y que lo normal se le tilde con mi vida.


jueves, abril 24, 2008

CARTA A UN AMIGO


Te escribo para decirte que te reprocharé hasta mis últimos días
el haberte ausentado de esa forma,
el haberte peleado con la vida
y haber huido sin dejar la carta
que hubiese permitido no tener que secarme,
incluso en estos años,
el líquido grasiento que choca delirando mis zapatos;
y que me hace sonrojar los ojos por tu desaire incrédulo
que me dejó en una sala de pasto junto a un par de árboles,
con la única misión de tener que buscar nuevamente a esos pequeños escuincles
para que se dignaran a pedalear junto a mí un nuevo pavimento,
que bajo la sombra de esta parra hace varios años creamos
en complicidad de tu hiperquinética razón de ser niño.

Te escribo para culparte de toda mi desgracia,
para decirte que desde hoy le temo al agua y a la muerte,
te escribo para contarte que doy viajes inútiles a nuestra tierra,
porque ya ni siquiera quieres abrirme los ojos
cuando frente a tu oscura habitación llevo varios minutos intentando hablarte,
te escribo para culparte de tener en mis manos todo el tiempo en que fui un cobarde
por no querer pernoctar mis ojos por unos minutos en tu nuevo rancho,
justo allí en el pasaje donde todos piensan y nadie habla,
donde el silencio es el ruido más sincero que invade las confusas cabezas
que se tientan cada cierto segundo a nublar los párpados
y quebrantar el verano de sus pañuelos.

Te escribo por saber que sonríes en esa desteñida imagen que ha sido tu cara
todos estos años en que decidiste esconderte en ese estúpido casillero,
te escribo por dejarme plantado en esa junta conciliada
donde asaltaríamos los ciruelos
y desapareceríamos buscando sal en el río más cercano,
te escribo para reclamarte porque han pasado los años
y yo sigo aún esperándote bajo ese ciruelo,
con la inocente idea de que habrás cometido alguna travesura
y que tu madre te habrá negado el permiso,
sin siquiera pensar tener en mi mente la nefasta imagen
que hoy me tiene aquí escribiéndote,
bajo este anochecido recuerdo de querer volver a verte romper algún frasco,
de intrusear lo que no es tuyo, de saltar sobre los autos
y verte huir, como quien te conoce, de tu cándida vieja
que en un segundo te llora mucho más que todos mis años
viéndote dormir en esa madera sellada.

Por todo esto es que te escribo,
porque ya no quiero llorar todos los veranos,
porque ya no quiero seguir visitándote portando un par de ramas
lindamente coloreadas,
que eso no hace más que aumentar las ganas de asesinar a Dios
por su ineptitud de haberse descuidado un segundo de tu cuerpo,
y haber permitido que te encerraran en ese frío callejón,
que de solo pensarlo se me caen las hojas del escalofrío.

Espero entonces,
que si ves a tus amigos santos allá en el techo en que vives,
diles de mi parte que por favor no permitan otro descuido,
y que te solidaricen alguna visita para no tener que sentarme en ese frío balcón,
y llorar en solitario la mal oliente indiferencia de hablarte las horas con silencio,
mientras tu ni siquiera te dignas a decirme si me escuchas…


Estoy seguro que todo esto fue una de tus travesuras, y que en alguna parte te ríes de hacernos crees que no estás vivo…

Dedicado a la memoria de Álvaro Rivera Almuna


miércoles, abril 02, 2008

LA GRACIA DE LLORAR



Porque llorar es comerse el alma con la sonrisa insolente
de los ojos,
es jugar a reír la desdicha de pañuelos ansiosos por cobrar la vida
entre los ríos de un clímax que llega hasta más abajo de la mejilla,
porque llorar es también liquidizar el escalofrío del esófago,
es humedecer las sienes y follarse a la angustia
orgasmeando con cada pupila eyaculada,
porque llorar es muchos más que caminar estupefaciendo los zapatos,
es más que tiritar la boca por la construcción errónea del tiempo,
por todo eso es que les regalo este segundo para que todo los lectores
decidan salir a las calles a llorar sus pasos,
salgan a contagiar la excitante sensación de secarse los ojos
tras el vómito de la angustia,
y podamos en conjunto volver a sonreír,
fumándonos los segundos en que vimos pasar nuestras sienes
chorreando entre los géneros que enjugaron nuestros rostros.