domingo, diciembre 08, 2013

MANICOMIO I



Entre el piso y el paraíso,
hay un estado de coma,
un Ecuador que divide el carnaval
del funeral,
una lluvia de inciensos
después de las granadas,
una Aurora vestida de muerte
que nos deja como tercos vagabundos
sin poder avanzar.

Quizás la salida
esté más allá del abecedario.

Los astros no vienen,
porque no les interesa,
la noche es un pasatiempo censitario
y a la vez
una brújula fría y desalmada,
que a las 10 pm cierra sus puertas.

El horizonte es un desafío
que se olvida en la primera tableta,
las rosas esconden el arcoíris
que tras la ventana no alcanzamos a ver,
porque tal vez no existe,
o porque tal vez
el arcoíris somos nosotros mismos.

La vida es un conjunto de muertes no resueltas
a la que nos dicen que no supimos acomodarnos.

Para bien o para mal,
esta es la casa
que separa el orden
de la anarquía,
el trance que divide al rockero
de su público,
al empresario de su cuenta corriente;
los de blanco,
son ángeles burlistas con estetoscopio
que nos afirman la vida eterna,
aunque no la hayamos pedido.

El suicidio es un acto de auto-democracia íntima,
aquí la voz se pierde entre las hojas de vida
guardadas en la oficina principal,
no hay lugar donde votar,
no hay canciones que cantar.

Por lo menos hay alfileres olvidados
bajo la maqueta del cajón,
la muerte es una profecía autocumplida
en una habitación donde no cabe más silencio,
solo la resonancia
de un retrato que se esfuma,
como una ecuación que se corrompe,
como el sonsonete de una corchea
cayéndose del pentagrama,
todo un libro de recuerdos
se entrecruzan en el último instante,
los párpados molestan como una condena,
la vista se va como una hoja volando en el paraíso,
el aire se pierde,
como en la luna,
oscuro y flotando,
ahogado,
libre,
el deseo más íntimo se cumple,
los ángel de blanco
con su estetoscopio llegan tarde,
no hay mucho que hacer,
mirar, cerrar carpetas,
celebrar,
un nuevo juicio final
ya ha terminado.