viernes, noviembre 23, 2007

A SALVADOR ALLENDE



Dirás que poco sé de la pólvora rodeante en tus mejillas,
dirás sobando mi hombro que no estuve cuando lloraste,
cuando clavaste tu sangre en la bandera vuelta en armas,
dirás que nacer no pensaba cuando Dawson y Grimaldi levantaba su mano,
ni cuando a Prats y Letelier le incendiaron el discurso,
pero sé al menos que no me cerrarás la boca para que duerma la historia,
ni harás que maten mis ojos, como algunos otros en estos días intentan hacerme,
con todo el vaticinio de un perdón que ni en la tierra ni en un baño existe.

Mas sé que sonreirás si te digo que ni a la pala,
ni a las manos en las frutas, ni a los cascos mecedores de linternas
han logrado matar,
tampoco a los niños de morrales y corbatas obligadas,
porque mi estimado Salvador,
ellos han hecho llover la ilustración en sus pancartas,
han hecho caer entre sus bocas el ensayo de tu canto,
y de seguro tú estarías hoy en algún podio
tras estas figuras, gritándoles que nada ha cambiado
desde el día en que mataron tu gobierno,
estarías cubriéndoles las espaldas a las banderas que reclaman sus derechos
y alzándole la voz a quienes los reprimen.

Aunque igualmente hoy creo verte triste.
Imagino tus manos sobando tu cabeza
cuando miras hoy en qué anda el hijo que fundaste
junto a Marmaduke y otros seres,
imagino ver tus lentes dando muecas de llantos hacia tu ventana teñida de rojo,
imagino que miras el cielo levantando los brazos,
porque son otros los que hoy recuerdan tu nombre,
los que caminan en las calles pidiendo justicia bajo la lluvia,
porque tú sabes que son otros los que recuerdan tu modelo,
mientras los hijos tuyos yacen encerrados ensuciando sus rodillas
ante quienes aquel día de septiembre te saqueron el alma,
y de las 6 mil más,
entonces, mi desconocido Salvador,
debes saber que a quienes educaste ya no te contemplan en el discurso,
pero qué importa,
porque hippies de pelo largo, barbones antiguos y algunos intelectuales
o porque señoras portando delantales, chupallas y canastos bajo los 30 grados
no cesan de nombrarte, de recordarte y conmemorarte,
porque a las afueras de los flashes y parlantes,
o de papeles y pantallas,
están esas cabezas ignoradas gritando y como dementes,
donde yace tu sombra mirando el cielo,
que viva Salvador Allende.

domingo, noviembre 18, 2007

PERIODISTA ESTUDIANDO DERECHO



Tengo la ambición de enviar al derecho hacia una fosa,
de hacerlo torturar en la oscuridad de mi bolso,
orinarlo,
y por qué no matarlo esta noche, y para siempre,
pues poco sé yo de memoria, ni menos de tecnicismos,
sólo sé del café que en la puerta de la madrugada
no deja de animarme los ojos,
hasta que mi cabeza logre recitar la hermandad de “acciones
típicas, antijurídicas y culpables”,
y así poder triunfar rellenando hasta en las esquinas
los cuadernillos con letras jurídicamente correctas.


Y es que no quiero yo ser parte de capítulos muertos,
ni menos tener que ensuciar mis rodillas
rogándole piedad a los incisos,
porque mi arte no corresponde estar escrito
en artículos,
ni mis ojos deben estar memorizando el delito,
porque me da asco,
porque el olor de las leyes me hacen vomitar el sueño
que sigo teniendo en esta tormentosa noche,
oh! maldita noche,
por eso quiero suprimirle el dolor a mi intelecto
y olvidarme del libro que más de 100 veces
se ha reído por la tarde de mi torpeza.


Entonces, ganas tengo de esconder entre mis carpetas
estas hojas, y que de ahí no salgan por un buen tiempo,
o solo al menos hasta que termine el estallo de mis sienes,
que furiosas están con aquel hombre que en cualquier corte
de ética no sabe,
pero que se enjuaga la boca en nuestras aulas
hablando de lo gaznápiros que somos quienes llevamos el micrófono,
de quienes juntamos las ligas que botan en el uso de sus fardos a fin de mes,
porque nosotros no tenemos fardos, ni autos caros,
porque nuestra profesión de mentirosos, al igual que ellos,
no nos deja sonrisas al ver la incomparable cantidad de ceros
que reciben tras cada blasfemia dicha,
entonces y por todo esto,
pido para mi descanso un recurso de amparo,
que ya no estudio más hasta el examen,
y ojalá que el señor abogado dueño de mi clase
entienda de mi liberta de conciencia que me hace inimputable,
y logre declararme inocente de su ramo,
porque mientras el sol aparece y el café ya se ha terminado,
yo no tengo legítima defensa que permita
tenerme despierto leyendo este puto derecho
que me tiene hasta este día
desesperadamente colapsado.



sábado, noviembre 10, 2007

MEJOR QUE NO ME LEAN



Ay las mujeres de carne vacía;
ay las mujeres ilusas que sólo de bikinis
y tinturas saben;
ay las mujeres que viven en pantallas
y colores rosas, celestes y tiernas amigas
de lo rubio o del sonido de la moda;
ay las mujeres que su tiempo usan
para posar sus pechos
en los corrales de podridas fotos narcisistas;
ay las mujeres que se hacen de lectoras mías
para enmascarase con collares que no les quedan,
y para hablarme luego de mi vida
como si mis letras fueran la niebla de mis
horas,
o el espejo de mi cuerpo inserto en las calles de mis años;
ay las mujeres simples que piensan ver mis versos
como diario autobiográfico;
será por eso que las odio,
será por eso que veo sueltos sus ojos,
desconcertados,
en sus planetas de cabello largo,
pero sin materia,
ni naturaleza creciendo al compás de sus avanzadas primaveras;
y es que hoy me canso de decir: ay las mujeres,
ay de esas fáciles mini faldas,
que creen ver mis sienes llorar cuando escribo a mi amilola,
o a mi metáfora de año nuevo,
pues habrá que decirles que mis poemas no se leen con piernas aceitadas
ni escotes discoteros,
por consiguiente escribo,
a ustedes pudrientas bazofias,
si han de consultarle a mi cabeza su estado tras cada verso mío,
entonces retomen sus vicios,
y si quieren ahorrase mi rostro fruncido,
les recomiendo tan simple como lo simple,
que mejor no me lean.


viernes, noviembre 09, 2007

SERÉ YO



Dejaré por un minuto a la muerte,
a los llantos, a las sienes,
al silencio, a la oscuridad, a la sangre,
a la soledad, al recuerdo,
a la amilola, a doña musa de año nuevo,
a mi cabeza, a mi cuerpo, a mis ojos,
y seré buen poeta escribiéndole a la tierra,
a los perros oliendo huesos bajo la mesa,
a la orina caminando por entre los zapatos
de gente ebria en la fiesta de las 12,
o a la hierba infinita y acolchada,
que hace de aliada en el clímax de los polvos,
y no piensen ustedes, estimados extranjeros,
que hablo de la tierra suelta y perdida entre los aires,
porque hoy también le escribo a las nalgas y a los muslos
y a los pechos y a las faldas,
porque hoy estoy ardiendo,
porque no tengo mente, sólo cuerpo
que yace excitado mirando pezones
junto a una vista que ni mar, ni alba, ni sol acostándose tiene.
Mas no seré yo, por un minuto.


No seré yo, por un minuto,
y me transformaré en Parra,
o González Koppman,
porque a veces pienso que ellos robaron mis letras
cuando recién yo escribía en el cordón
umbilical, pegado a mi madre,
o quizás sea como Rojas hablando de senos,
y mujeres bellas,
oh!, qué bueno que es este Rojas que aún lo veo transitando
por estos años, moviendo su boina cargada de letras
que eyaculan mis manos portando su libro,
y eso que apenas lo conozco,
sí, apenas lo conozco.
Pero hoy da lo mismo, pues no seré yo, por un minuto.


Y si la hora ha de tomar, estimado lector,
bien sabrá que el minuto muerto yace,
y las letras no son más que el vómito de mis sienes
¿o acaso no ha visto que acabo de nombrar otra vez a la muerte?,
también la palabra sien, que tanto me gusta,
y la seguiré escribiendo hasta que me plazca,
porque dejaré de ser yo para ser yo, y hasta el hartazgo,
aún así estén muertas mis manos,
y mi cabeza,
o así mueran también los pueblos,
o la amilola,
o el brillo de aquellos ojos de año nuevo,
o aun si tenga que morir la muerte,
porque entonces cambiaré el escritorio hacia la funda
que verá derretir mi piel,
y pese a todo, en el silencio,
seguiré siendo yo.


domingo, noviembre 04, 2007

DÉJENLA MORIR



Dejen morir a la muchacha,
déjenla lidiar con el morbo de la libertad,
y denle la oportunidad de apuntar y agendar
la fecha de su muerte.


Déjenla gritar, déjenla llorar
en sus últimos días,
déjenla desnuda caminar por la calle de la infamia,
déjenla huir hacia donde habitan mis poemas,
correr hacia mis manos,
que secando lágrimas le echarán sobre su cabeza
el último kilo de tierra,
justo cuando se nos acabe la noche.


Y no le hablen más de batas, ni claustros,
ni salas vigiladas,
tampoco la engañen con mentirosas pastillas;
si la muchacha prefiere morir volando sobre alguna nube
que dormir ciega y con eternos sedantes,
y mas ustedes le siguen la tortura
con recetas de finitud obligada,
como si el tiempo fuera el verdadero regalo de los dioses,
y no el acto de ser soberano de su propio cuerpo.


Qué esperan, qué esperan si ella no cesa su reclamo,
qué esperan ustedes bazofias de paradigma,
acaso tienen muerta la vista
que ignoran la muchacha menstruando deseos libertarios,
acaso no miran sus vómitos de letanía sangrienta,
solo prendan sus ojos y enfoquen los lentes,
malditos espías,
que sobre la pantalla bien la ven desnudándose,
pero se hacen los tontos cuando clama
la ira de muerte en vuestras sorderas.


Ruego cogiendo el vaso y a punto del estallo,
que la dejen morir de una buena vez,
que pueda la muchacha sonreír ante el sarcófago
que junto a mi desaparecida sombra la espera,
y así poder beber juntos,
bajo la tenida del silencio,
el tierno deseo de poder ser huesos
perpetuados bajo el crepúsculo nerudial,
y amparados en sencillos seres libres,
que deciden, así nada más, dormirse en un epitafio.


sábado, noviembre 03, 2007

LA ERA

Poema


La Era yace vomitada en los parlantes a lo lejos,
aparece con su mano sobando nuestras cabezas,
nos mira y bota llantos de un hombre que murió
con su gorra perdida en los primeros días de octubre,
enredado entre ramas y fusiles revolucionarios.


Así suena La Era,
golpeando las paredes ignorantes de sus letras,
haciéndonos creer la historia de una época
tejida de amores y más amores,
cruzadas con tragedia propia de nuestros versos
de historia demracada.


Pero La Era que escuchamos es distinta,
esta Era tiene forma de aura
y de burbuja,
donde yacen dos caras en un museo
de artilugios románticos y anormales.


Y no quiero que hoy me digas
que te han robado los recuerdos,
pues tú sabes cuál es La Era de la que hablo,
nuestra Era vestida abrazos,
nuestra Era cubierta de una solitaria sobremesa
junto cigarrillos encendidos y tazones a medio llenar,
nuestra Era con forma de noche como centro de acogida
de dos cuerpos mirando el inconciente,
nuestra Era disfraza de cuerdas,
más una voz cubana moviendo la boca,
hablo de nuestra Era,
la que despierta mi recuerdo en tu distancia,
y la que supo drogarnos cada noche,
haciéndonos saber de conceptos raros,
de un peculiar festejo que hasta estos días
sigue escrito en las hojas de mis sienes.


Hoy escucho al presente entonando melodías,
portando el lápiz que me hace ser parte
de alguna mundana estrofa,
mientras sigo tallando,
en alguna parte de mi cuerpo,
los poemas que me hacen contener la espera,
cuando en los parlantes y sin cansancio
continua Silvio cantándonos La Era.