miércoles, diciembre 21, 2011

GARCÍA



Canta la noche con su fuego imposible,
las luces caen hacia los techos,
mientras nosotros,
nos miramos sobre los techos,
porque somos más grande
que la propia creación de Dios.


Y a Dios lo conocí también esa noche,

jugaba a ratos a esconderse entre tus pechos
aprovechando el disfraz de metal
colgando en forma de medalla,
conocí también a Ismael Serrano,
a sus amores imposibles,
y a lo posible,
lo guardamos en un libro,
porque como dice el cubano,
de eso ya sabemos demasiado.


Y allí estabas tú

pidiendo un vaso,
futuro amor de fantasía
a quien la desnudés,
era el peaje restante para este poema,


mas yo apenas sabía de palabras,

porque de palabras,
saben más los intelectuales,
que para escribir,
es para lo único que sirven.


Y alguna vez

quise abrazar la humanidad,
pero terminé pidiendo auxilio,
alguna vez
quise follarme una canción,
pero terminé ebrio
y escondido debajo de un escenario,
alguna vez también
quise hacer el amor,
y esa mujer me cambió el tema.


Hoy tengo el cielo a mi favor,

plumajes de galantería
jugando un sábado por la noche,
esquivando la suerte y la porquería,
las luces sobre la ciudad,
la respiración,
la fantasía.


Superamos la debilidad

pidiendo más cervezas,
y se enfrentaron los anticuerpos,
exigiendo más certezas,


pero la libertad siempre estuvo sobre la mesa,

qué bella la libertad,
el cigarrillo, la carta bajo el limón,
mis ojos, el incienso,
supieron antes de la vida,
también de mi resurrección,


la muerte fue solo un espectador,

testigos de colores brillantes
cayendo en su cabellera,
mientras la noche,
en la servilleta escribía Javiera,


entonces me aguanté la espera,

la calle me inventó la historia
y yo comencé a dormitar,
dependiendo de mi y de ella,
del taxi,
del servicentro, de la bebida,
del conserje,
del living,
del balcón,
de mi cama,
de la desnudés esquiva
y viva,
de la madrugada,
del sol en la ventana,
y del domingo al medio día,
pidiéndote perdón.


Tengo entre mis dedos,

tu vestido de la noche anterior,
tú tienes el cancionero de la verdad
escondido entre tu escote.
Soy un extranjero, en mi propia cama, sabes,
el exilio es la poesía,
clandestino me escondo de nuestros cuerpos ilegales,
sensuales, fatales,
duermo despierto esperando las preguntas,
que escribo en este papel,
sangre fría corriendo en la almohada,
mientras una flor, vestida con calzas
a mi lado,
me dice García,
yo callo,
que prefiero esta realidad,
que morir en la fantasía.


Tu sabes mi nombre,

el color, mi código de barras,
yo conozco la ternura,
mi propia dictadura
suspendiendo los toques de queda,
para jugar a las entrepiernas,
como adulto, navegante,
viendo en tu cintura,
mi fiel acompañante,
rompiendo las ataduras,
en esta historia,
donde tú eres comandante,
yo un aspirante,
contigo, buscando la gloria.


Mira tu cuerpo,
los ojos pidiendo amor
y tu risa buscando risas,
el verso lo llevas contigo,
natural,
en la ropa, en la sangre,
yo los tengo que escribir,
para que existan.


Tengo cadenas colgando de mis brazos,
miro hacia la costa
y no sé qué pedir,
te miro y no sé qué cantar,
mas quiero un minuto más de vida,
antes de que se te ocurra cerrar la puerta.

jueves, diciembre 01, 2011

CANCIÓN DE ANIVERSARIO


Ay de tí,
que apenas sabes mi nombre,
y sin embargo,
podría llevarte a la cama,
y enseñarte como es que se ama,
sin siquiera saber
cómo dar un beso.


Pero qué sé yo de amores,
mas los temores me obligan a escribir
porque tu eres el verso,
y yo un papel,
cuadrillas con acertijos
esperando que las letras se bajen las medias
para cenar poesía
en los anillos que afirman el placer
y lo convierten en libro.


Pero tengo aquí una buena razón

para serte fiel,
una copa aplaudiendo en medio del amor
y una rosa brillante cayendo sobre el techo,


un calendario apuntando tu nombre

y Una fotografía besando tu rostro,
que tal día de tal mez,
quiso volver a vivir.


Ay de tí,

víctima de mi artillería,
mas no podrías con toda mi fantasía,
porque cuando quise escalar,
ya estabas arriba,
porque cuando quise aterrizar,
ya estabas abajo,
porque cuando te quise impresionar,
me quedé sin argumentos.


Podrías pararte en la cima de Machu Pichu,

y Neruda reviviría
para escribir otro libro,


podrías tener la vida eterna,

y yo no sería capaz,
de soportar tanta belleza.


Pero me atrevo con el poema,

guardándome los esquemas
y dejar que por mis venas,
corra tu nombre
que hoy merece algo mas
que una simple parábola.


Tu aniversario es mi abecedario

la seducción, la tienen tus adversarios,
que en este tu día tambien,
quieren quedar nombrados en tu diario.


Y entonces,

aunque llegue el dia en que ya no te pueda ver,
Ve tu a ser feliz,
que yo tengo las letras,
para contarlo...

miércoles, noviembre 09, 2011

VIDAS A LA GRACIA



Fue una mujer a quien la primera vez,
abracé en llantos,
se llama Marisol,
quien vistiendo el coraje campesino,
me puso el overol
y a poco gusto me regaló los pañales de la revolución
que en el mundo ya estaba terminando,
pero como mi madre es una diosa,
me obligó a seguir estudiando,
por si entre cada cosa revoltosa,
en un calabozo yo terminaba dormitando.

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Buenos días, a mis amigos que ya no están,
Buenas tardes, a los libros que me permiten saludarlos,
buenas noches a mis queridos enemigos,
a quien les debo la moral y la decencia,
de saludarlos con los dedos en el ombligo,

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Y allí crecí con la foto de un asesino colgando en la pared,
uniformes cargando fusiles aceitosos,
escenas de papeles rojos escondidos en el inodoro
porque el general, de lentes oscuros,
quería salvarnos del terrorismo.

También vi a periodistas asustados,
vi artistas pintando con sangre
sus cantos de libertad,
vi a mis compañeros derechistas,
vi a mis hermanos izquierdistas,
vi a mi padre sonreír,
solo por sonreír,

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El silencio es el mejor aliado de la injusticia,
y usted, señor acomodado,
lo amo porque usted ama su riqueza,
el amor está en todos lados,
el odio, se lo regalo,
para que junto a esos papeles rojos,
que nos obligó despreciar a punta de metralletas,
también usted las bote por el inodoro.

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La primavera la vine a conocer en el patio de mi casa,
recuerdo que la chica era una puta fácil, pero dócil,
bastó que me besara el cuello
para soltar mis armas y levantar la bandera blanca
que al final nos cubrió de la brisa,
maldita brisa ingrata que a la mañana siguiente nos traicionó,
el frío me delató…

pero después vino la poesía,
y la alevosía,
la autoría de mi propia biografía,
que con epitafios terminaré de escribir,
el día en que la misma lanza
que atravesó a Cristo,
se digne a matarme también a mí.

Siempre fui un adicto a la sonrisa,
y a la soledad,
me enamoré tantas veces,
como los intentos que hice
para escribir este antipoema,
también fui adicto a Nicanor,
a mi descolorido color,
porque fui siempre mejor atorrante,
que buen amante.

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Mi delito es ser un resentido de mierda,
rebelde hasta con la rebeldía,
inquisidor con los putos genocidas,
olor a insecticidas que les inyectaría sin piedad,
y con fuego pidiendo participación,
tal como y sin terror,
renegaron de mi amigo Rojas de Negri,
a quien nunca conocí,
pero que después seguí,
por el honor de no despreciar
lo que la humanidad quiere de los humanos.
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Hoy tengo panza y menos ambición,
la universidad me regaló un poco de libertad,
y la hermandad, la encontré en cada canción
que salió para recordar,
que detrás de cada rostro fruncido,
siempre hay un poco de emoción.

Podría darte la vida, si me lo pides,
Si tu me regalas la memoria,
y un poco de dignidad,
un poco de historia para retroceder,
y así detener la bala que encontró a José Carrasco Tapia,
o al cura Juan Alsina,
sanar las almas de los sin vergüenzas,
que se llevaron a Nattino, Guerrero y Parada,
al último viaje, que 30 años después, no termina.

Que Dios se apiade del pasado,
y que la paz no se transforme en un bien de consumo,
ni en soberbia de banderas,
que el hijo del fascista,
tiene el mismo pene,
que el hijo del socialista.

Quiero vida eterna para la vida.

Los viejos amigos que se van,
siempre saludan a distancia,
en las canciones, en la poesía,
y usted, señor lector, será un viejo amigo,
y espero que yo,
cuando pase a escribir bajo la tierra,
también lo sea para usted.

sábado, octubre 29, 2011

LA PAZ



Que no te engañe la luz
que asila nuestra mesa,
que la ampolleta no te mienta
ni con un mojito, ni con una cerveza,
soy yo el soberano Dios de la verdad,
el amigo de tu blusa,
el que ve dos lunas
bajo tu frente,
ojos de artesanía que alumbran esta noche,
donde el alcohol es apenas un invitado,
donde la canción,
no la tiene ese trovador
con guitarra ardiente arriba del escenario,
la canción la tengo yo,
vestida de mujer,
elegante,
haciendo frente a mi
el salud que nos puede llevar a la gloria
aunque sea en sueños de papel,
escritos sobre la carta
que vuela con nosotros
en esta Casa en el Aire.

jueves, julio 28, 2011

OLD LOVE



Tengo una declaración escondida en la guantera,
papel ardiente e impaciente
que brilla entre recuerdos
y desencuentros,
letras con fusil y rosas negras
recitando epitafios a esa despechada,
que desde hace un año atrás,
en realidad nunca estuvo despechada.


Maldita sea mi conciencia y mi virilidad,
maldita mi cama de dos plazas,
la ciencia, la experiencia,
y la humildad de mis dos tazas
que nuevamente me sientan junto a ti,
mirándonos las caras y las intimidades,
recordando los versos de José Martí
mientras le hacía el amor al amor,
por un pueblo
que nos heredó la vida y la libertad.


Más digo la verdad,
si me pregunto qué hago ahora aquí,
en la quinta de whiskhy,
qué hago perdiendo el equilibrio
y la realidad,
haciendo poesía en el deseo de una noche
que nos eligió,
para hacernos malas compañías.


Y de allí bajaron las melodías,
las cuerdas de tu ropa desvaneciendo el frío y la oscuridad,
olores a alcoholes excitados
queriendo romper la barrera del pudor,
que entre los dos, nunca existió.


Por eso te besé
desde la frente hasta la pantorrilla,
por eso nos fumamos el reloj,
la biblia y el balcón,
por eso abrazamos incluso el filtro de tu cajetilla,
para que no te olvides de mi y de mis ronquidos,
de mis jadeos, mis veladores, mi cubrecama,
para que recuerdes mis estribillos entre las almohadas,
y mi preferencia por la orilla,
para que sepas que la vida dura mucho más que una canción
o que una homilía,
recitada por algún pedófilo al interior de una capilla.


Y sin embargo me dices
que la libertad se te escondió por la ventana,
que la suciedad se te entremezcló con mi nombre
en medio de las sábanas,
y que ahora tendré que esconder las manos
para hacernos creer
que la vida es del color que tú piensas,


y sin embargo, yo quiero abortar,
quiero robar y rodar,
quiero escribirte en la servilleta
que las cadenas son para los negreros
y no para los guerreros.


Pero me reprimo, y no quiero,

pero me deprimo y tampoco quiero,


más solo tengo tinta para escribir

que no me pidas que te deje dormir
si ya no puedo,
no me obligues a volver a recitarte con ropa,
que entonces me tendré que acostar con las copas,
que hasta altura parecen más fiel.


Maldigo esta desesperación,

y desespero esta maldición,
porque simplemente
no puedo seguir esquivando mi cabeza,
porque tengo la certeza,
que desnudos, seríamos más feliz.

viernes, junio 03, 2011

8 DE OCTUBRE



Podría vestirme de salvaje,
erguir la corbata, aparecer en un slogan
y ser candidato;
podría ser famoso apareciendo en la televisión,
usar lentes oscuros
y abrirme la camisa creyendo iluso,
que cautivo tu poética atención;
podría ser más normal
y despertarme con el termómetro
pidiendo auxilio;
podría salir a caminar en la barbilla de tu edificio,
de madrugada y seduciendo a la delincuencia;
podría enfrentarme con ellos
y colgar sus cabezas como medalla;
podría ser un fiscal o un militar,
rezar versos que no entiendo,
desfilar frente al presidente
y adorar a los chicago boy’s,
para impresionarte con un buen trabajo
y viviendo en un buen barrio;
podría ser exitoso
y pasearte en la depresión urbana,
luciendo sobre mis cuatro ruedas
un amor cinco estrellas
en un motel cinco estrellas,
podría pagarle a un poeta callejero,
y recitarte como los travestis,
una hermosa canción erótica,


podría cambiarme el nombre
o nacer de nuevo,
y de seguro no acabaría sentado sobre mis palabras,
esperando que te bajes del auto
con un ramo de quimeras
debajo del pañuelo que tanto te gusta,


no atendería el detalle de tu rostro,
que pestañea con risas
cada vez que te pones nerviosa,
no sería carne ni herejía,
no haría de ti
un trabalenguas que no sepa declamar,
no repetiría tantos versos
ni sacrificaría el saludo por la mañana,
solo por no saber cómo mirarte,


no podría dejar de pensar
en cómo acosarte,
en cómo acostarte impúdicamente
con la ironía de un amor
debajo de las sábanas,


no podría con los sesos,
que en la soledad, me roban el llanto
y la sobriedad,
y la humildad que respira con espanto,
cuando tiendo a perderle el miedo
a ser adulto.


Quiero regalarte una santidad,
quiero entregarte la verdad,
de madrugada y con una bata en el diván,
quiero que engendremos libros,
que el cementerio se aleje de nuestra mesa
y que el calor, se escriba en poesía.


Quiero verte en el espejo,
sin botas y con mini,
quiero verte como en el estadio,
camiseta blanca en el Suzuki,
quiero que controles mi wiskhy,
con tu Coca Cola Zero,
quiero que no te importe mi locura,
que yo me quedo con tu dulzura
haciéndome reflejos,
como los viejos,
contando las horas para reir,


y si la trova me mata,
como lo hizo antes,
será mientras coreamos juntos
cada letra de esta hoja,


y si tú me matas,
perdónate,
porque no sabes lo que haces.

martes, mayo 10, 2011

EL ABRIGO


De pájaro cantor se encargaron los autos en la cruda avenida,
noche de ojos brillantes y frío embobado,
caminatas sobre el diván de un pueblo,
que cada tarde, suele dejar de ser pueblo.


Allí entre toda esa sinfonía,
las rodillas se asomaron casi por detalle,
debajo del abrigo,
los espirales fogosos de su cabeza
cayeron como aburrimiento hacia Francisco Puelma,
ese día la esquina del folclor.


Allí me quedé yo con cara de nervio,
guardando la evidencia de mis manos
entremedio de los bolsillos,
después vino el abrazo y un poco de historia,
unos versos,
una botella cerrada de vino blanco, ebria entre sus ropas,
un whiskhy a la carta y sin alcohol,
una canción de azares y los pasos hacia no sé dónde,
con la excusa de avanzar, sin siquiera saber cómo avanzar.


Recuerdo que me arreglé la corbata y me amarré los zapatos,
recuerdo que me recordé
lo torpe que soy para ocultar lo que no se debería ocultar,
y aún así pude sobrevivir a los semáforos rojos,
al recuerdo y a la agonía,
a mi cabeza,
a la muerte,


y fue otra vez el pasto de un parque cualquiera,
el cómplice de mi vuelta a la vida,
a las primaveras perdidas,
del otoño y de las mariposas,
embriagadas en vinagres y en palabras
que meses atrás se guardaron sobre otras palabras.


Y todos nos sonrieron,
y yo me sonreí,
escondiendo los garabatos del día anterior,
el restorant japonés, el motel de la fama,
el auto esperando el verde,
el frío rendido ante el ejercicio de nuestros pasos,
todos supieron de poesía y de alegría,
de reconstrucciones memoriales
que mi rostro se encargó de masificar.


Y allí nos quedamos,
como pidiéndole al reloj que mintieran un rato más,
como exigiéndole a la autoridad
que se dediquen a alargar las calles,
con ganas de sacarnos los abrigos, y seguir cantando
y seguir bailando,
sobre la pista urbana, con luces en el cielo.


Pero llegó la esquina que no pudimos sobrevivir,
y nos conformamos con saber que seguimos vivos,
y nos confrontamos con la idea no seguir escondidos,
mientras levanté de entre mi chaqueta
un corazón que volví a dejar entre su cartera,
y así me puse a dormitar,
sus medias negras, perfumaron la despedida,
su abrigo, la inspiración para no volver a vivir
fuera de sus bolsillos.


Entonces entendí que la búsqueda de mi psicomagia, había terminado,
y que cada ondulación derramada sobre su cabellera,
era un poema más,
de los que me quedan por escribir.

miércoles, mayo 04, 2011

CONFESIONES DE AZOTEA



De madrugada hago esfuerzos para volver a nacer en mi azotea,
no me importa el frío ni la soledad,
las melodías ni la maldad,
solo quiero ese pesebre de botellas ardientes
que me lleven hacia la luna,
y bailar sobre sus dientes
y cenar junto a su entrepierna,
mientras las musas y sobre las baldosas
me piden una estrofa más
para sus bikinis que a las cinco de la mañana
prácticamente no me interesan.


La noche es un ajedrez y una ironía,
la desnudés, una velada necesaria,
una fantasía,
que me ayudan a buscar entre las copas
una escalera hacia la eternidad,
nubes de melodías sobre la historia,
diarios de vida pidiendo una que otra poesía
en el escenario de mi verso,
que te dejo en el cajón de tu velador.


Yo apenas tengo mi lápiz,
una velada de tangos y tangas
peleando la primera palabra,
susurros en la pelvis
que piden secreto profesional
para seguir viviendo,
y mi conciencia que mañana pedirá perdón
junto a la resaca de los dioses,
más putos que el papa,
más dócil que el Dalai en llamas.


Apágame esta adicción, rubia del Maipo,
cambia esas sudaderas por mi boina,
no traiciones mi inteligencia,
que aquella guitarra que nunca pude sonar,
sabe mejor que un desfile de modas,
que un blackberry eyaculado
entregando amor desde un cajero automático,
sabe mejor que la fibra y el gimnasio,
que la camisa abierta del rudo tarado en mitad de la barra,
que te excita, pero que no te agita.


Yo tengo un bolígrafo y una historia,
un retrato tuyo escrito en la cama,
un verso crudo que olvidé la otra tarde en el paraíso,
mientras me dormí sobre tu vientre
poco antes de morir,
escribiendo una Olea y una Vergara
a la entrada de tu cuerpo.


Oda al maquillaje, a mis copas demás,
a tu dulzura, a mi locura,
a los astros,
a tu ropa interior,
a los años que te sobran y que te faltan,
a las palabras,
oda para ti y para la luz,
para tu piel,
para el silencio, para mi agonía,
bendita la agonía, maldita apología,


Y si quiero volver a nacer,
que sea en la azotea,
donde pueda gritar la muerte,
si definitivamente te niegas a aparecer.

martes, abril 12, 2011

FIEBRE DE UNIFORME



He tenido que esquivar las balas,

las amenazas, las farras,
he tenido que enamorar a las tabletas,
para silenciar el reclamo
de todas esas depiladas piernas
que han pasado por mi colchón,


he tenido que cambiar de ropa,
de estrofas, de aliento, de alimento,
he tenido que escapar hacia la castidad,
para no volver a encontrar esta noche
y sobre mi cuerpo,
nuevamente mi propia realidad,


he tenido que cerrar la puerta,
guardar mis corazones, quemar sus enaguas,
esconder las voces,
secar los vasos,
apagar las poses,
he tenido que morir en la cama,
para aprender a vivir con zapatos,


he tenido que mentirle al vino y a la cerveza,
a la mujer del 23, a la agenda en la pelvis,
a mis apuntes, a mis otoños desnudos,
a los nombres diversos, a cada mañana,
he tenido quitarme los ojos,
para volver mirar con letras,


he tenido que dejar Londres y sus mini faldas,
Paris y su revolución,
he tenido que callar a Madrid y sus aves de paso,
he tenido que pegarme un balazo
para volver a nacer,
para volver a creer,
escribiendo sobre su espalda el verso que grita a escondidas
a través del vientre donde habito,
el que me ha devuelto las rosas,
el que me ha encendido la prosa.


Allí te miro y te escribo,
para que las ilusiones no tengan complejos,
para que tu cuerpo sepa de insolencias,
mas que de inocencia,
y para que las verdades,
la callen los espejos.


Por eso acudo a mis reflejos,
haciendo de esto un rosario
que en el altar de mi almohada,
rezaré junto a tu nombre,
aun cuando todavía,
ni siquiera me conozcas.

martes, marzo 08, 2011

OCHO DE MARZO



No me hacen falta las drogas ni el café,
me sobran las copas, los hielos y el abrigo,
las canciones tiernas,
los amigos,
el confesionario de un bar
que siempre nos deja en el cielo,
y los bastones de los intelectuales,
que nos obligan a pensar.


Me sobran las ideas y las ganas de escribir,
dejo la rebeldía junto al velador
y descorcho esta botella
haciendo esfuerzos para no morir,
para contarles que en cada parte de vuestra humanidad
se encuentran las verdaderas razones
que nosotros los ingenios, tenemos para vivir.


Ustedes no estrellan aviones,
ni dan misas tocando la entrepierna de un monaguillo,
no hacen golpes de estados,
ni campos de muerte,
ustedes dan vida,
mientras nosotros firmamos las guerras,


ustedes no inventan canciones,
porque las escuchan,
y no escriben poemas,
porque evitan la auto-referencia.


Desnudas, son el arte de dios
y la melodía soberana del hombre,
son el horizonte de un poeta
que se ha quedado sin letras,
la razón de los hijos,
que viven con la cobardía del padre,
el verso de un talibán
que ve entre sus escotes
algún invento yanqui
por el cual morir.


Las llaman las vírgenes de un pecado
que nunca fue pecado,
ponen en jaque nuestra virilidad
con apenas un reclamo
y buscan entre los satélites,
esos sueños, que a través de la historia
nosotros nos encargamos de arrebatarles.


Por eso pienso en ellas y en sus prisiones,
en la libertad puesta debajo de sus ombligos,
en sus perfecciones,
en las lágrimas por amores muertos,
en sus mini faldas hablando de pasiones,
en sus pechos saciando la hambruna,
y en los tacones rudos,
que cada día
nos regalan una nueva poesía.


Pienso en sus anillos
y en esas flores de regalo
que ellas cambiarían por derechos,
pienso en que nosotros les redactamos las leyes,
mientras ellas nos enseñan
las costumbres para vivir,


pienso en que el hombre es mudo hasta en su letra inicial,
y la mujer un concierto
cuyos versos tienen puestos los nombres
de quienes hoy
no alcanzaron a abrazarse.


Levantan la voz para amar,
para protestar frente a los sillones que miran la tv,
o que se dirigen a sus pueblos,
cantan la resistencia,
repudiando las reverencias,
como Elena, la Caffarena,
como Maris, la mexicana,
como Simone y sus plegarias,
como Juana, la heroína,
como Ana González,
buscando a sus familiares,
como Isidora y su Pérgola,
como Gabriela y sus libros,
como Violeta y sus guiños,


Desafían a los Dioses
con apenas una sonrisa,
y estremecen nuestras voces,
mostrando sus rodillas,
cerrando el dormitorio.


Y qué hago yo ante tanta idolatría,
y que hacen ustedes, rompiendo las blasfemias,
abriendo las piernas para jugar al placer
y a un nuevo nacimiento,


por eso me resigno y con gusto
ante toda esta esclavitud,
y canto porque quiero cantar,
y escribo porque quiero escribir,
porque la libertad tiene nombre de mujer,
porque la vida,
tiene nombre de mujer.


Y si Dios fuera mujer, pregunta Benedetti,
el reino de los cielos, ya no sería de los cielos,
la hombría sería cuento de los cuentos,
y la soberbia la guardaríamos en la basura
junto al cierre del pantalón,
y tal vez yo sería un buen redactor,
y tal vez ustedes, el paraíso
que cada noche, que cada día,
nos detendríamos a observar.


Yo me quedo aquí,
esperando las críticas,
adorando la cursilería,
buscando junto a ellas
el color rosa de los epitafios,
el sabor sencillo del agua bendita,
para quizás mañana
seguir sentado con la vista al frente,
siendo testigos de la creación,
la más pulcra creación,
que para escribir
nos entregan tantas razones,
como la cantidad de musas
jugando sobre la tierra.

viernes, febrero 25, 2011

DOS PÁJAROS DE UN TIRO



Cada tarde y a la misma hora,
me afirmo la corbata en la esquina de siempre,
espero a la butaca derecha de la primera fila
que no tarda en pasarme a buscar,
arriendo mi silencio y allí me quedo,
soberano de aquel teatro de marca Tucson,
que a poco andar encuentra mi casa,
cuando apenas empezaba a cantar.


Las luces adentro me hipnotizan,
las horas y el concierto
sufren de eyaculación precoz,
y lo que queda del verso
se guardará para la próxima obertura,
que aguardará en la esquina de siempre,
cada tarde y a la misma hora.


En el edificio del frente,
el escenario descansa bajo tierra,
los boletos, siempre los tiene ella,
asegurados al interior de la guantera donde nadie los ve,
y yo siempre tengo la canción
que nos incita a sentarnos para caminar,
que nos ayuda a callarnos,
para no dejar de tatarear,

y con ese acento español
nos vamos a rezar bajando el vidrio,
marcha con tracción en cuarta
y unos vientos que se coquetean un pentagrama
junto a las cuerdas,
en una cita para dos,
con una galería para dos,
con primaveras cayendo desde esas pantallas gigantes
que no son nada más que nuestros ojos.


Ella es mi piloto y mi sonidista,
piel de margaritas con una blusa ajustada,
Atenea de los genios y su verso largo,
arrepiente hasta el mismísimo diablo
por mirarle la falda corta
y donde muestra sus endiosadas rodillas
que se pierden entre los sentidos y los tacones negros,
excitantes,
que hacen de este concierto la voz más apasionante,
y sin aire acondicionado,


Nadie nos mueve de esta reserva,
nadie nos quitará estos recuerdos,
ni asaltarán la complicidad
que nos tiene besando la misma placa fotografía
de dos pajarracos pegando el mismo tiro,
mientras la gente pasa,
mientras el tiempo muere,
mientras cada verso te lo reescribo debajo del asiento,
y mientras los sonetos,
los bautizo con mi letra
que prometen quedarse
otra vez y como siempre
en tu guantera.


La peor amenaza siempre fueron los semáforos,
y nuestra velocidad depende de tus pies,
la despedida de las guitarras
suenan al cerrar la puerta
cuando ya hay que bajarse,
y el canto de los tiernos se quedan en tu escote
pululando hacia ese otro subterráneo
que te despojará del recital
que un par de cuadras atrás
me vio partir dejando el cráneo
para la próxima orquesta.


Y después de toda esta rutina,
me siento a mirar la luna
y escribo mi despedida,
tal vez esperando un final feliz
a toda esta burda telenovela,
sexo de papel con amores de favela
que sobre este palco y por cada tarde
se transforma en alguna canción que terminamos protestando,
tú sobre tu camión,
yo sobre mi balcón.


Y al otro día sobre el escritorio,
concilio la epidemia de poder escribirte,
de poder adorarte a mi merced junto al desayuno
sin resacas ni bohemia,
y pido no ser inoportuno
si te pregunto la hora y un cómo estás,
y espero no sufrir el infortunio,
de quedarme sordo
justo cuando me respondas.


Y ahora me dices que enviudaré,
y me repites que enviudaré,
después de la última cortina cuando baje el telón,
me obligas a despedirme de Sabina
porque se te ocurrió cambiarte de estación,


y esa última cerveza,
fue siempre tu última canción,
y me pides entereza,
cuando me quitas la razón.


Ahora no me queda más que los audífonos,
mis zapatos negros y la tierra de ese parque
sin butacas ni dorados rizos,
y pese a que me ha ganado la resignación
espero un rato cada día,
en la esquina de siempre,
por si la gira de esos dos pájaros arriba de tu teatro,
se vuelven a tentar saliendo del subterráneo
para invitarme a subir y a recitar
algún valeroso sentido a lo que queda de tarde.


Pero el éxodo de aquel concierto fue en serio,
las cinco puertas guardaron sus llaves
y encendieron la alarma,
y yo sigo la misma ruta,
solo y con el sonido en mi walkman
caminando nervioso y levantando la vista,
atento a si en una de esas,
alguno de aquellos espejos
captan mis reflejos,
y me sonríen al paso
cuando ya me estén dejando atrás.


Ya no quedan flores,
se acabaron los discos,
y la voluntad,
sigue esperando una nueva oportunidad,
mientras yo me resisto al giro
que junto a la poesía,
nos sumaremos a la vigilia de ti y de ese Tucson
que nos vuelva a hacer cantar
como dos pájaros de un tiro.


sábado, febrero 19, 2011

VIVO EN EL NÚMERO 7


Todos ya se fueron de acá,
el humo, la hierba y el valor,
las curvas,
las cenizas junto al fumador pordiosero,
la muchacha del traje rojo,
las bebidas, los inciensos
y las solitarias balas
del vecino vaquero,


todos se fueron ya a esperar el alba,
el intelectual con su babero,
la bandeja con el mesero,
la show woman colgando de su ropero,
y la musas,
cogiendo de sus blusas,
piden ayuda para el placer,
con un Jack Daniel’s abriendo el pantalón,
con una señora pidiendo la atención.


Todos salieron a escribir su propia historia,
las putas vestidas de monjas,
Jesús buscando su victoria,
San Juan solo con sus dedos,
y San Valentín
follándose a su novia,


Todos se fueron a escuchar Spinetta,
a bailar sobre sus coitos
como en la antesala del cielo
arriba de un taxi,
vino añejo y la carne en celo,
pasiones sobre la alfombra
que se desempolvan
con orillas y con chimeneas,


Todos ya se fueron de acá,
mientras el reloj me apunta la muerte,
pero prometo ser fuerte
para combatir la seriedad de la cajera,
con esta copa de quinientas vidas,
que es la única razón
por la que aún me acompañas.


Todos se han ido ya y esta,
la mesa número 7,
es mi mejor concierto,
son tus mejores rizos
y tu mejor vestido,
tus labios sencillos
que ni una palabra de protesta
ha sabido de contarme,


y el azar se marchó a la mesa de al lado,
y el cantar que nos queda de amparo,
aun suena por las paredes
pidiendo paciencia a los que nos quedamos
haciendo atajos a los ancianos,
a sus malestares de copas,
a sus hogares,
a estos poemas sin ropa,


pero todos se han ido ya,
reitero,
y yo escondo su cartera y sus llaves,
me esmero,
porque la quiero junto a mí,
porque me gusta su ternura y su amargura,
su rostro complaciente y sin claves,
su anarquía y su dinastía,
sus pechos y ese relave,


y sin embargo aquí
me quedo yo con mis jarabes,
con la carta de menú y con la servilleta,
contigo preguntando por mi marioneta,
con los poemas encuadrando las anfetas
que algún día recogerás en tu cama,
donde jamás podré entrar
donde esta historia no podrá terminar.


Pero el fin del mundo es un cuento de hadas,
y aunque ya no quiera decir nada,
me quedaré brindando en este banquete
que disfrutaremos bailando tango,
música reservada,
donde no importa el billete,
sólo yo y este clarinete,
solo tú como a los diecisiete,
diluvios de fantasías
que no me hacen mandar en tu vida,
pero sí en esta mesa,
la número 7.

domingo, febrero 13, 2011

MARISOL



Tuve que pelearme con dios
y escribir esta nueva biblia,
tuve que salir a caminar,
tuve que salir a jugar
un rato sobre la cloacas,
mientras por la ventana,
pasan tus historias
que sobre este escritorio
jamás supe relatar.


Tuve que esconderme detrás de los años,
encender la colilla de este libro
y empezar a observarte,
me refugié en esta esquina
con mi lápiz
y un papel sobre el escaño
tratando de escribir aquellas canciones
que nunca pude recitar
ni en este escenario,
ni en la puerta de tu armario.


Me quedé con las fotos,
me aprendí tu segundo nombre
y me quité la ropa,
me subí sobre este boulevard
de sueños rotos
a escuchar tus plegarias
tal vez ebrio, tal vez perdido
como en algún bar de Europa.


Me quité el sombrero para conocerte,
huí del cristianismo
llevándome la eucaristía,
y te ofrecí el cáliz con vino blanco,
y unté el pan en poesía,
usé la cruz como amuleto
para que te quedaras
hasta que el final
nos deje desnudos y muertos.


Tu adolescencia es una insolencia,
y tu vestido azul, mi desesperación,
tu canción y tu soledad,
desatan mi libertad y esconden la agonía,
y allí engendro la valentía
para subirte a la ciudad,
para descubrirte en sociedad
para regalarte esta melodía.


Y sin embargo, al otro día
vuelven las putas y la borrachera,
los encajes esperando la muerte,
las camas sucias, las mujeres burdas,
vuelven los inciensos en las literas,
el remordimiento,
el escaso argumento,
vuelve el camino hacia tu cabellera,
el vaso en soledad
y mi pluma brindando con alcohol,
el nunca más que redacto con honestidad
como un cacarol,
tan lento y tan vivo,
tan mío y tan esquivo,
como un hippie drogado en un Mall,
como tu cuerpo exigiéndome perdón,
como esta historia junto a Marisol.


Y allí guardo mis cicatrices,
contigo y con el trovador,
con tu Corona sobre la mesa
y con los parlantes en la rumba,
saliendo de mi tumba
cantando Rock and Roll,


por eso me quedó aquí,
a un costado del tiempo,
esperando que lo que a acabo de escribir,
sea mi mejor excusa
para volver a vivir.

domingo, enero 16, 2011

CANCIÓN PARA MAÑANA


Probablemente aquella libreta
sane de una buena vez
la enfermedad placentera
de mi voyerismo,

probablemente aún guardes aquel vestido de novia
que hace un par de años te quitaste,
desnuda,
esperándome y sin saberlo,
en la cama de otro
dispuesta a fecundar
este nuevo escrito,

probablemente no sea necesario que cruces las piernas
para encontrar el atajo
que me lleve hacia la cirrosis,
hacia la psicosis,
y terminar enamorando a las putas
en los burdeles embriagados
donde no quisiera volver,

probablemente sigas portando el ramo de rosas
que nunca me atreví a entregarte,
tal vez por cobardía
tal vez por poesía.

Probablemente termine esta noche
rezando sobre el bidet
todo el apocalipsis a la entrada de tus caderas,
besaremos juntos
el último rosario de tantra
con el que quise desmayarte
a la entrada de mi boca,
donde mueren las valientes.

Aunque para ti no tengo balas
ni en mi cabeza
ni en la entrepierna,

entonces pido a Dios que bendiga a las putas,
y que las putas bendigan a los hombres,
y que los hombres bendigan a Dios,
por dignarse a bendecir a las putas,
que tanto nos ayudan a estar tranquilos,
ya sea en el altar,
ya sea en el azar,
ya sea ebrios y muertos,
tirados en algún bar.

Pero me rebelo ante la agonía,
y con mi mejor simpatía
me acerco a preguntarle la hora,
de forma estúpida,
de forma súbita,
mostrando ante su inteligencia
la enérgica corrida de los minuteros
que se dan vueltas en mi muñeca.

Porque apenas conoce mi nombre,
yo a veces recuerdo mi apellido,
y sin embargo,
tengo el valor para seguir vivo,

y a veces soy esquivo,
solo por el temor de caminar en la ruta descompuesta,
estación de tranvía
directa a ese balcón
donde ella se traga con gusto
o con ironía
cada soneto, toda esta sinfonía
con vino y su falda ya muerta en algún cajón,
fumándose el incienso
en el que me quiero quedar.

Propongo entonces,
que te quedes allí
sentada y furiosa,
discreta y amorosa,
explicándole tu escote a los tarados,
ajustándote el vestido,
mientras me miras con ternura
por ser el único en toda esta selva
que sabe de cantarte,
aunque no quieras escucharme,

y probablemente sus dedos
jamás escriban mi nombre,
probablemente mi nombre
jamás besen sus dedos,

y qué importa,
si hoy eres canción en mi festival,
versos con los que moriré
a la misma hora en que se nos vaya la tarde.

Ya mañana, probablemente
tu libreta me haga volver a nacer,
seco y sin pañales,
y me subiré sobre tu cartera,
clandestino,
para dejarte ese otro poema
que desde ahora
y tras esta última frase,
comenzaré a escribir.