domingo, marzo 21, 2010

SOLO ERA UN CAFÉ



Sólo quería un café,

en Santiago, Madrid o Buenos Aires,

sentados sobre los adoquines de Lastarria,

o perdidos en la acera de la calle Sucre,

sólo quería un café

para hincarme a cantar en la medialuna de la ciudad

las letras desesperadas de este anotador

que esperan furiosas escondidas

en el fondo de un guardador.


Sólo quería un café para mirarla y adorarla,

para escucharla burlarse de todos mis versos,

que yo creí dignos de un nobel,


sólo quería un café

para tener la excusa de poder besarle la mejilla

de entrada y de salida,

para poder tener más emociones

que me servirán de poemas

el día de mi juicio final,

para lograr coordinar mi pulso

sin tener que padecer un parkinson insaciable

cada vez que la tengo enfrente,


sólo quería un café,

para escribirle con la servilleta,

lo que nunca me atreví a decirle con la boca,

y así quizás morirme tranquilo

en la víspera de San Valentín,

lejos de las rosas y de los corazones.


Sólo pedí un café con ella, sobre la ciudad,

y termino cansado el día,

sin siquiera haber tenido una respuesta.