domingo, noviembre 29, 2009

PREGUNTEN POR EL PRESIDENTE


Pregunten por él,

pregunten por él y por su historia,
pregunten por él y por su vida,
pregunten por su aliento,
su último aliento,

pregunten los jóvenes,
que le lloran 40 años después,

pregunten por el momento,
el último momento,
en que abrió esa ventana para saludar a la gente
que le vio dormir por una tierra que comenzó a llenarse de sangre.


Pregunten por el fusil del escritorio,
pregunten por la pólvora besando las paredes,
y por el paisaje de espanto
rodando entre las arterias
que acompañan la ciudad,
pregunten por las personas
que durmieron con él,
pregunten por los otros,
que tuvieron la desgracia de vivir
con el peso de su nombre sobre los hombros,
y por el cual dieron el cuerpo
sobre la mesa del dolor
y de la crueldad,


pregunten por su nombre,
pregunten por su nombre y por su apellido,

para que lo recuerde la historia
y también los libros,
levantando las manos
agradeciendo el grito del miserable campesino,

que pudo haber ser mi padre,


pregunten por él,
pregunten por él y por su país,
pregunten por él y por nosotros
pregunten por él y por lo que pudimos ser,

pregunten por los asuntos que quedaron pendientes,
pregunten por las sombras que invaden calle Morandé,
pregunten por el Presidente y sus hijos de Pisagua,
pregunten por el Presidente y sus amigos de Grimaldi,
pregunten por el Presidente y sus hermanos de Londres 38,
pregunten por él y por su amigo el cantautor
que cerró los ojos escribiendo Estadio Chile,

pregunte por él y por los 3 mil presidentes más que se nos fueron,
sin siquiera saber donde descansan.



Pregunte por el Presidente,
pregunten por el presidente y por toda su gente,
aún cuando se acabe la tierra y las canciones,
aun cuando se mueran los poetas;



pregunten,
pregunten hasta que se terminen todas las letras,

que la historia es nuestra herencia
y la libertad, nuestra vida.




domingo, noviembre 22, 2009

DELIRIUM TREMENS




Nos bebimos hasta el nombre,
abusamos sin pudor
y hasta el último cáliz,
de la sangre dulce y tintosa
del que dicen salvador;


cantamos sobre la comida
y nos golpeamos el cuerpo,
creímos botar semen,
cuando fue la boca quien nos fornicó el vientre,
obligándonos a besar el inodoro
para seguir jugando a los compadres;


inventamos unas guitarras
para llorar en el último canto,
donde nos acordamos de la mujer y sus retoños
durmiendo en la guarida que me tendrá que salvar la vida,
antes de que vuelvan a nacer las nubes.


Escapamos del amor y del sexo,
nos escondimos en la ceremonia de los infieles
y pedimos bailar una pieza
con la mujer de cristal,
esa maldita y adictiva mujer de cristal,
y allí le rezamos a dios
el favor eterno de la noche sin muerte,
que nadie sabe si mañana
se dignará a encontrarnos vivos.


Y si llega el mañana, nomás habrá que despertarse
para escondernos de los reclamos;
tendremos que asumir el holocausto
de la dueñas de nuestros hijos,
y agotaremos la llave botando agua en nuestras bocas
para terminar de una buena vez
con la pataleta de los sesos,
que nos atraen a las tabletas,
que nos reclama tener más tiempo
para la siesta.


No diremos si seguiremos vivos,
porque dependerá de cada una de nuestras dueñas,
tampoco alzaremos la voz,
porque habrá que mirar el suelo
y meterse las manos a los bolsillos,
rozar con suaves patadas el piso
y resignarse a tener que volver a nacer,
junto a nuestra herencia jugando en el living,
junto a la morena fumando en el balcón,
con nueva vida y vestido de Cristo,
haciéndoles creer a todos los santos que viven en la tierra
que las reuniones de los anónimos fueron salvadoras,


pero tendrá que llegar el sábado,
y escondidos bajo la bohemia,
llegaremos al sitio que nos mantiene vivos,
clandestinos de la señora,
sin sotanas ni buenos ritos,
y nos sentaremos junto a la corrida de las bocas destapadas,
para subirnos a las nubes,
estirando los brazos,
y decir lo que todos queremos decir,
¡salud!.