jueves, abril 16, 2015

KARKINOMA



Se fueron cayendo uno a uno,
tan miles y tan negros
como piso de peluquería,
se fueron perdiendo como angelitos esteparios
abandonando al cristiano
al final del túnel,
no hubo más que hacer,
mi cabeza fue un planeta sin vegetación,
la peineta se guardó
con el llanto bajo el colchón.

Nunca me sentí tan interesante,
nunca tantas mujeres
se giraron a verme tan seguido,
quise abrirme al mundo
y el mundo me terminó abriendo la cabeza,
ya comienzo a contar el descuento de esta historia
que muy pronto aseguró su final.

Al la larga no somos más que carne y hueso,
luego un recuerdo, luego un olvido.

Vivimos todos en un mundo estéril,
porque siempre hemos querido ser estériles,
yo quiero vivir y no puedo,
otros pueden vivir y no quieren,
yo lucho en una fría sala de hospital,
otros se rinden sobre el último piso de un edificio,
vivimos en un mundo estéril,
porque siempre quisimos ser estériles.

Caen todos y en distinto lugar,
los ojos, la conciencia, el amor,
perdimos todo
cuando tuvimos todo,
y cuando tuvimos nada,
nos acordamos de respirar,
algunos por cuenta propia,
otros entubados,
como desde donde yo comienzo a cerrar los ojos,
ya no hay más que hacer,
ya no hay más que decir,
ya no hay más que pensar,
volveré a ser libre,
desde otro lugar.



sábado, marzo 07, 2015

LA SOCIEDAD DE LOS MUERTOS




En el palacio de las flores,
los muertos se excusan de no respirar,
viven solos
pero en comunidad,
sin democracia
ni tiranía,
sin versos ni serpientes,
solo un par de cartas escritas en mármol
que dicen menos de lo que valen,
y un gran hermano con sueldo mínimo
que a ratos se pasea
con un balde lleno de agua
o con una linterna
y con las piernas temblando.

Allá donde termina el pabellón seis,
el muerto Manuel lleva años en la misma historia,
descansar en paz no es solo mirar la tierra,
sino también ser tierra,
la rebeldía se le  quedó en el quirófano,
del  que ninguno de nosotros
logró sobrevivir.

A la larga,
no somos más que un mito  escondido bajo una cruz de cobre,
un responso de nostalgias familiares,
receptores de lágrimas culposas,
clientes de lo que no existe,
confesionario de las carnes urgentes,
en busca de perdón o silencio.

Bajo tierra el mundo no es más que una puerta con candado abierto,
el vecino es un anciano que no molesta,
al otro lado hay un purgatorio abierto esperando hospedaje,
el pasaje es un paraíso en revolución constante,
sin esquizofrenia apocalíptica que temer,
sin odios ni violencias que atender.

La anarquía desconcierta hasta a los gusanos,

aquí la vida se nos quema en la puerta del horno.