lunes, marzo 23, 2009

FERNANDO HA VUELTO




Alguien tiene unas lustradas botas de milicia,

alguien se saca la gorra y otro da un grito,
alguien tiene un arma,
todos tienen armas,
y aun nadie sabe quiénes son.


Fernando enamoró a una cinta negra con sus ojos,

mientras se ensucia las rodillas
en un submundo que no existe,
al menos para aquello que llaman
la comunidad internacional;
pero Fernando está ahí,
escondido en José Manuel Infante
por los dueños de su vida,
respirando el olor de los inmorales
que le acarician la espalda.


Octubre suena mal para Fernando,

porque tuvo que aprender a cerrar los ojos,
a morder sus labios,
a pensar que el dolor sólo es un pasajero efímero
dentro de sus años de sangre.


Pero Fernando existe,

sigue esperando en las sombras de su bandera
algún momento de inteligencia humana
que le permita volver a dormir en su cama,
de donde nunca debió haber salido.


Fernando ciega su llanto,

mientras sigue empolvando sus rodillas
en algún lugar de Santiago;
él yace en silencio,
acariciando forzosamente su nuca,
mostrándole el torso a la pared,
mientras su espalda copula la ira
de un tal teniente Vergara,
de un tal comandante Osses,
o simplemente de fantasmas
que hoy se niegan a aparecer.


Fernando pagar por su silencio,

paga por ser hombre, por ser hijo,
por ser chileno,
pagar con su rostro ensangrentado,
paga con balas cruzando sus mejillas,
paga con el último respiro,
con el último suspiro.


Fernando durmió por años en un desierto,

y 20 años después volvió a despertar,
desolado y entumecido en un frío Patio 29,
de donde se levantó para escuchar los sollozos
y los deseos de vida eterna,
de su vieja madre, inmortal y enferma


Fernando se vuelve a dormir,

ahora con el despido de su esposa, con el de sus hijos,
duerme en un colchón más digno,
más vivo,
de donde podrá sanar las heridas de ese mal
con cara de uniforme.


Yo nunca conocí a Fernando,

ni él tampoco pudo conocerme a mí,
no nos habríamos conocido
aun cuando él siguiera vivo,
pero lloro por él,
lloro tanto que quiero cerrar los ojos
y sentarme sobre su nicho,
para empaparme de su vida
y reconocer al demonio
que lo hizo dormir para siempre.


Dedicado a la memoria de Fernando Olivares Mori, salvajemente ejecutado por la dictadura en 1973 y encontrado 20 años después en las excavaciones del Patio 29.

(Recomiendo Documental Fernando ha Vuelto, 1998, Silvio Caiozzi)

miércoles, marzo 18, 2009

ESCRIBIENDO SOBRE UN SUCIO COLCHÓN



Aún se mueven las cortinas,
aún se escucha el eco de una marquesa antigua
que llora la depresión de mi pubis alcoholizado,
muerto,
o quizás agonizado,
sumiso ante el olor a sexo resbalado en la pared
que sirvió de respaldo
para manos sudosas,
que tras los gemidos
tomaron sus cremas
para subirse sobre unos tacos
y cerrar la puerta acomodando sus pechos a la salida,
mientras es el silencio el que gobierna mi sien
que ya comienza con el remordimiento de un amor,
que ya no existe.


Hoy quiero desfallecer,
quiero aprender a cantar mis letras
y llorar, llorar tanto,
que no me quede ni una sola gota salada
en el cuerpo.


Hoy quiero vomitar la suciedad de mi cama,
quiero pedirle disculpas a mi colchón
y abrazarlo hasta que el sueño me haga morir,
me haga dormir,
y así poder fornicarme al olvido
para acostumbrarme a las putas
sin tener que dibujar a mi Masiel
con el llanto en la mano
al día siguiente.


Aún se mueven las cortinas,
y yo estoy seco y con frío,
mientras pienso en otra mujer,
aun cuando deba acostumbrarme a tener el colchón sucio,
aún cuando sea la única razón que tenga
para sanarme de mis antiguos poemas.



miércoles, marzo 04, 2009

CARTA ABIERTA PARA LA MASIEL



Mira hacia las afueras,
miras las calles fornicando ruedas
y a las veredas eyaculando cenizas de hombres,
creyéndose reyes y seres productivos,
humanos con zapatos y abrigos,
y sin embargo por dentro están podridos y alterados,
apurados y muertos,
estresados y pasivos.


Mira en lo que hemos terminado, mi Masiel,
mira la indiferencia del mundo
que se autovomita sus propia naturaleza,
mira la debacle de la tierra
que ya no ve a la noche
seduciendo a la luna,
ni a la luna seduciendo a nuestros ojos,
no hay sexo entre nubes
rendidas ante el sudor del planeta
que quiere morirse
de tanto golpe
sobre su pecho.


Mírame Masiel, mírame a la distancia,
que no tengo vida ni trabajo,
no tengo auto ni casa,
no soy intelectual ni menos artista,
soy una podredumbre
escarbando sobre tu cuerpo
y sobre tu cabeza,
soy la sombra sucia que persigue tu nombre,
soy un pordiosero
tumbado en medio de la calle,
guardándote luto aun cuando estés viva,
plenamente viva.


Mira hacia las afueras, Masiel,
y llora por mis letras
aunque sea por pena,
aunque sea por lástima,
y apréndete cada centímetro de este verso,
porque yo me voy al infinito,
impenetrable,
de donde te seguiré cantando
aún cuando te me vayas de la vista,
aunque te me vayas de la vida.


Mira como caen del cielo los mortales,
como mueren sus cuerpos secados bajo la tierra,
y mira cómo fallecemos los dos,
suspendidos en el aire de la poesía
que nos une junto a nuestros ataúdes de cristales,
que nos seca la humedad que produce mi agonía
por seguir escribiendo sin siquiera saber
si algún día volverás a leerme.