miércoles, junio 30, 2010

EL ÚLTIMO MOMENTO



Nadie quiso interrumpir al reloj

que cantó con fuerza ese el último día,


nadie entendió que el parto

sería su camino hacia la tierra

donde dormiría por la eternidad

que tendrán nuestros llantos al borde de su cama,

con armazón de hierro

tapado de flores negras,


Nadie supo rescatarla de la memoria,


nadie le dijo al menudo chofer

de la tarde anterior,

que se guardara los insultos

para cualquier otro día

en que no tuviera pasajeros,


Y al muchacho de las flores,

nadie supo advertirle que esa tarde

debió saber llegar a la esquina programada,

aún cuando el mundo decidiera suicidarse

en ese último momento.


Mas la noche contaría el final

de una pantaleta blanca

que se perdió entre las sábanas

de un plumaje húmedo,


descalzas sus piernas

afirmaron encogidas,

más de alguna vez

los pechos azarosos,

descubiertos,

donde chocaron las luces naturales

que usurparon esas horas,

esas ventanas.


El silencio,

fue la ruidosa molestia del alba,


nadie quiso tocarla,

nadie quiso erotizar el respiro,

el último respiro

que la dejó esperando quien sabe

qué cosa,

nadie quiso un amanecer de bodas

para su cuerpo,

el más armónico cuerpo

entre el tumulto excitante

que ronda por las calles,


no hubo poetas,

no hubo amantes

ni trovadores,

no hubo casillas de mensaje

ni sonidos de teléfonos,

no hubo intelectuales

ni tarados,

no hubo dioses ni demonios,

ni lógica, ni credos,


el placar no hizo más que sostener

junto al florero,

el Secobarbital que se transformó en mapa,

para enmendar el camino correcto,

de lo que fue

su sabio delito.


Nadie apagó el reloj ese día,

nadie nunca encendió la luz,

nadie pudo consolar la impotencia de la alarma,

que ni con el más motivado decibel

consiguió despertarla esa mañana.