martes, abril 12, 2011

FIEBRE DE UNIFORME



He tenido que esquivar las balas,

las amenazas, las farras,
he tenido que enamorar a las tabletas,
para silenciar el reclamo
de todas esas depiladas piernas
que han pasado por mi colchón,


he tenido que cambiar de ropa,
de estrofas, de aliento, de alimento,
he tenido que escapar hacia la castidad,
para no volver a encontrar esta noche
y sobre mi cuerpo,
nuevamente mi propia realidad,


he tenido que cerrar la puerta,
guardar mis corazones, quemar sus enaguas,
esconder las voces,
secar los vasos,
apagar las poses,
he tenido que morir en la cama,
para aprender a vivir con zapatos,


he tenido que mentirle al vino y a la cerveza,
a la mujer del 23, a la agenda en la pelvis,
a mis apuntes, a mis otoños desnudos,
a los nombres diversos, a cada mañana,
he tenido quitarme los ojos,
para volver mirar con letras,


he tenido que dejar Londres y sus mini faldas,
Paris y su revolución,
he tenido que callar a Madrid y sus aves de paso,
he tenido que pegarme un balazo
para volver a nacer,
para volver a creer,
escribiendo sobre su espalda el verso que grita a escondidas
a través del vientre donde habito,
el que me ha devuelto las rosas,
el que me ha encendido la prosa.


Allí te miro y te escribo,
para que las ilusiones no tengan complejos,
para que tu cuerpo sepa de insolencias,
mas que de inocencia,
y para que las verdades,
la callen los espejos.


Por eso acudo a mis reflejos,
haciendo de esto un rosario
que en el altar de mi almohada,
rezaré junto a tu nombre,
aun cuando todavía,
ni siquiera me conozcas.