jueves, agosto 28, 2008

EL POEMA DE LOS BUENOS BORRACHOS



“…La liturgia de las despedidas
la bala perdida que viene por mí,
la nostalgia que amarga la huida,
la banda sonora de lo que viví…”

(La Canción de los Buenos Borrachos – J. Sabina//F. Páez)


La saliva se amiga del cemento
mientras el alba
comienza a esconder las botellas perdidas,
también la lealtad prometida de los compadres,
que de madrugada cantan al amor
con la vista golpeando las paredes,
quebrando luces
de una esquina a otra,
y con la mujer acostada con sus dedos,
sola y matando a las moscas, rompiendo telarañas,
buscando taparse la nariz
para cuando la bestia de las gotas fuertes
llegue a disfrutar de sus estrellas
que hace horas yacen muertas
al otro lado de la ventana.


La almohada se engemela con el asfalto,
y la marquesa, que huele a alquitrán,
saluda a los santos que entran a escuchar las campanas,
en el último día de la semana,
para empinarse medio litro de vino
y gritar que el amor existe
en cada rincón de esa casa puntiaguda,
muy ajena al palacio de los pianos
pasados de copas,
donde humanos tambaleantes o aturdidos
cantan el poema de los milagros,
donde leen la ceremonia de los llantos,
también de la huida,
o escuchan el rompecabezas del presumido,
o el de las mentiras,
o el de las verdades,
o el del silencio y el olvido,
o el del recuerdo,
o el del recuerdo podrido,
o el del recuerdo prohibido,
o el del recuerdo sangriento, vivo y perdido,
o el del recuerdo en el olvido,
o el del olvido muerto con el salud de los cantores,
o de la pelea macha entre gorriones distraídos
por la tentación de volver a morir en el ataúd de medio litro
que abre las piernas como monja
para seguir orgasmeando hasta que las monedas ya no existan.


Este es el poema de los buenos hombres,
es el poema de las despedidas,
es el poema de los aburridos con la vida,


este es el culto de mis hermanos,
que olvidan el frío
y se follan a la pobreza,
también a la tristeza,
empinando su vida
en cada sorbo de los respiros,
en cada choque con las veredas inquietas,
con los árboles caminando frente a sus brebajes,
desesperados por hacerles zancadillas
y humillarlos sobre los adoquines,


este es el poema de los valientes,
que no escatiman en maltratar sus cuerpos
por portar otra media hora de sed
en la gangrena de la noche,


es el poema de los gentiles,
que sueltan hasta lo que no tienen
para salvarle el mundo a cualquiera de los cristianos
que ose a pedirle un poco de cariño,


es el poema de los hombres
que no asquean en besar o cerrar los ojos
en cualquier asfalto,
si eso significa seguir teniendo familia,


este es el poema de los buenos borrachos,
esos que me alaban por hablar bonito,
y esos que me matan al día siguiente,
por todo lo que he escrito.


lunes, agosto 25, 2008

LECTURA CLANDESTINA



Soy ajeno a la simpleza,
porque amo tanto a la vida como a la muerte,
amo la riqueza y a la tristeza,
amo quemar mi cerebro
con nebulosas de reyes magos que no existen,
amo a una mujer que no me ama,
y amo escribirle papeles
aun sabiendo que irán a morir
como implemento de servicio higiénico,
o como combustión desesperada
comiéndose todas estas letras,


amo el cambalache de tu vientre,
amo todo el volcán de tus sienes,
amo el ajuste de tus lentes,
amo y gusto verte caminar con tu calzas negras,
aunque prefiero ver cómo te las sacas,


amo que me odies en el día,
y que me quieras en la noche,
amo saber que me lees clandestina,
que me cambies los planes
y me dejes mojando la tierra como niño extraviado,
amo llorarte,
amo saber que tu cabeza tiene preconceptos y mala disposiciones,
amo saber que es eso lo que me quita la felicidad,


amo saber que soy joven,
porque los días de vida son largos
y así podré seguir rezando hasta la eternidad
cada esquina de tu imagen.


Y sucede que hoy lloré tanto que la sequedad de mi cuerpo
dominó lenguaje,
lloré porque me quedé solo recitando la soledad,
porque mientras jurabas tomar mis pecho de improviso
esos putos amigos llegaron a rescatarte
de mi estupidez conscientizada,
y que te hicieron dejarme sordo y calcinado,
bebiendo este último verso
en el clímax de la noche
gritándome que es hora de morir,
al menos por unas horas,
para mañana saber decirte que amo también sufrir,
porque así puedo recordarte más seguido.


El adorno de mi ángel lleva tu nombre,
y aún lo sabes,
porque no sabes leer de noche.

martes, agosto 19, 2008

TU NOMBRE TIENE 7 LETRAS


Tengo tiesos los dedos,
y a mi cerebro vengo recriminando
tamaña imbecilidad,
por no saber cómo empezar este poema
habiendo en el lenguaje,
mucho más de un millón de palabras
para escribir un planeta entero,
o para rellenar el infinito
o para escribir por ejemplo
la escritura de lo que no se ha escrito,
o escribir que la eternidad se ha muerto
en los bolsillos de nuestros cuerpos,
y que tu nombre me huele a sangre
eructando de mi pecho,
todo mientras las velas hierven a la noche,
queriendo consolarme la sien
que en el intertanto yace escribiendo su propio epitafio.


Siete letras tiene tu nombre,
y no acabé de contarlas
cuando en un suspiro
se nos fue la primavera.


Siete gotas tiene el mundo,
siete bellezas trotan en el mundo,
siete millones de esquincles
hurgan la basura
para saciar sus vientres,
siete millones de veces
hurgo la amargura
para conciliarte como un demente,


siete años más tendrá mi vida,
siete años más durará mi muerte,


Y más de alguna vez versé sobre los vómitos de mi pecho,
comiéndome el cemento
mientras la luna cenaba mi silueta
perdida entre sucios y mal olientes laureles
laureles putos jugando a las maracas,
maracas putas jugando a los laureles,


más de alguna vez vomité sobre los pechos de mis versos,
y en cada banquete juré no volver a morir
en alguna casa donde me arrepienta del alba
o me remuerda la noche,
pues prefiero resecarme el cuerpo
solo, para siempre y mirándome en el espejo,
contando cantando
todo lo bello que me producen
las siete letras de tu nombre.


Siete letras tiene tu nombre,
y yo las sigo escribiendo
para seguir siendo un hombre.

domingo, agosto 17, 2008

LA MONEDA



Sucede que hoy te escribo porque te he visto viva,
radiante y hasta más bella,
porque me han dado ganas de penetrarte y besarte las paredes
hasta lubricar la sombra insana que esconde el tiempo
en tus visillos,
me han dado deseos que hacerte un chalé de rosas
para evitar que lleguen más cascos a la sala de prensa,
para trabar la estadía de los lustres de cuero fino y corbatas sordas,
que por momentos parecen mofarse del naranjo herido,
de la entrada cubierta todavía con alfombra roja,
aún estilante de la batalla antigua que la dejó teñida
hasta nuestros días,
y donde las palomas parecen volar un poco más tranquilas
sobre el mástil recompuesto,
que alguna vez se vio mirando el suelo
pidiendo detener el saqueo polvoriento
de un par de unicornios
que se quedaron a criar la viruela que sigue matando las sienes
de los que se escondieron y murieron,
también de los que vivieron.


Y es que hoy te escribo porque estás viva,
silenciosa cuidándonos las espaldas,
a veces los bolsillos,
también nuestras vidas,


estás rogando a tus hospedantes
que no cesen sus mínimos y mediáticos esfuerzos
por declarar culpables a los traidores sucios,
asquientos de pólvora colgando de sus miembros,
risueños de la memoria perdida en alguna fétida fosa
olvidada,


te escribo porque miras a los niños jugar a las compras,
y lloras mientras tu patio se remata
en alguna firma megatelevisada,
bebiendo el vino de toda mi gente
que en algún quebrado piso de tierra
hace la fila esperando su turno para vivir.


Te escribo porque te he visto viva,
y porque eres mi casa.


miércoles, agosto 06, 2008

PARA CANTARLO


Permítanme ustedes,
hijos del demonio,
a que la noche me enrede
entre sus testimonios
y me cuente lo que las palomas hacen
para volar felices,
mientras mi cuerpo llora en esta carta
bebiendo todo lo malo que hice,
malo como el diablo violándose a una monja,
malo como un enfermo con cara de esponja,
malo como la vida que me vomita,
malo como la muerte que me invita,


permítanme ustedes,
hijos del mercado,
a decirle que he sido víctima de un pecado
de una mujer que supo despechar mi cabeza,
y por eso es que mi vida hoy no se endereza,
porque mi noche quiere verla con su recado,
diciéndome que me ama,
sintiendo cómo me besa.


Permítanme ustedes,
hijos del silencio,
a tenerlos como amigo por este día,
porque los que tuve se fueron a rebeldía,
escupiéndome los ojos,
diciéndome que nunca fue grata mi compañía,
y que debo quedarme solo
consumiendo el arsénico de mi estadía.


Permítanme ustedes,
hijos mi voz,
a tener que decirles que estoy llorando,
porque la vida conmigo no está caminando,


permítanme ustedes,
hijos de la democracia,
a tener que contarles que mis años ya no tienen gracia,
porque estoy perdiendo como en los juegos de consola,
el calor de mi amada musa,
a quien he bautizado como la amilola.