martes, marzo 08, 2011

OCHO DE MARZO



No me hacen falta las drogas ni el café,
me sobran las copas, los hielos y el abrigo,
las canciones tiernas,
los amigos,
el confesionario de un bar
que siempre nos deja en el cielo,
y los bastones de los intelectuales,
que nos obligan a pensar.


Me sobran las ideas y las ganas de escribir,
dejo la rebeldía junto al velador
y descorcho esta botella
haciendo esfuerzos para no morir,
para contarles que en cada parte de vuestra humanidad
se encuentran las verdaderas razones
que nosotros los ingenios, tenemos para vivir.


Ustedes no estrellan aviones,
ni dan misas tocando la entrepierna de un monaguillo,
no hacen golpes de estados,
ni campos de muerte,
ustedes dan vida,
mientras nosotros firmamos las guerras,


ustedes no inventan canciones,
porque las escuchan,
y no escriben poemas,
porque evitan la auto-referencia.


Desnudas, son el arte de dios
y la melodía soberana del hombre,
son el horizonte de un poeta
que se ha quedado sin letras,
la razón de los hijos,
que viven con la cobardía del padre,
el verso de un talibán
que ve entre sus escotes
algún invento yanqui
por el cual morir.


Las llaman las vírgenes de un pecado
que nunca fue pecado,
ponen en jaque nuestra virilidad
con apenas un reclamo
y buscan entre los satélites,
esos sueños, que a través de la historia
nosotros nos encargamos de arrebatarles.


Por eso pienso en ellas y en sus prisiones,
en la libertad puesta debajo de sus ombligos,
en sus perfecciones,
en las lágrimas por amores muertos,
en sus mini faldas hablando de pasiones,
en sus pechos saciando la hambruna,
y en los tacones rudos,
que cada día
nos regalan una nueva poesía.


Pienso en sus anillos
y en esas flores de regalo
que ellas cambiarían por derechos,
pienso en que nosotros les redactamos las leyes,
mientras ellas nos enseñan
las costumbres para vivir,


pienso en que el hombre es mudo hasta en su letra inicial,
y la mujer un concierto
cuyos versos tienen puestos los nombres
de quienes hoy
no alcanzaron a abrazarse.


Levantan la voz para amar,
para protestar frente a los sillones que miran la tv,
o que se dirigen a sus pueblos,
cantan la resistencia,
repudiando las reverencias,
como Elena, la Caffarena,
como Maris, la mexicana,
como Simone y sus plegarias,
como Juana, la heroína,
como Ana González,
buscando a sus familiares,
como Isidora y su Pérgola,
como Gabriela y sus libros,
como Violeta y sus guiños,


Desafían a los Dioses
con apenas una sonrisa,
y estremecen nuestras voces,
mostrando sus rodillas,
cerrando el dormitorio.


Y qué hago yo ante tanta idolatría,
y que hacen ustedes, rompiendo las blasfemias,
abriendo las piernas para jugar al placer
y a un nuevo nacimiento,


por eso me resigno y con gusto
ante toda esta esclavitud,
y canto porque quiero cantar,
y escribo porque quiero escribir,
porque la libertad tiene nombre de mujer,
porque la vida,
tiene nombre de mujer.


Y si Dios fuera mujer, pregunta Benedetti,
el reino de los cielos, ya no sería de los cielos,
la hombría sería cuento de los cuentos,
y la soberbia la guardaríamos en la basura
junto al cierre del pantalón,
y tal vez yo sería un buen redactor,
y tal vez ustedes, el paraíso
que cada noche, que cada día,
nos detendríamos a observar.


Yo me quedo aquí,
esperando las críticas,
adorando la cursilería,
buscando junto a ellas
el color rosa de los epitafios,
el sabor sencillo del agua bendita,
para quizás mañana
seguir sentado con la vista al frente,
siendo testigos de la creación,
la más pulcra creación,
que para escribir
nos entregan tantas razones,
como la cantidad de musas
jugando sobre la tierra.