domingo, diciembre 08, 2013

MANICOMIO I



Entre el piso y el paraíso,
hay un estado de coma,
un Ecuador que divide el carnaval
del funeral,
una lluvia de inciensos
después de las granadas,
una Aurora vestida de muerte
que nos deja como tercos vagabundos
sin poder avanzar.

Quizás la salida
esté más allá del abecedario.

Los astros no vienen,
porque no les interesa,
la noche es un pasatiempo censitario
y a la vez
una brújula fría y desalmada,
que a las 10 pm cierra sus puertas.

El horizonte es un desafío
que se olvida en la primera tableta,
las rosas esconden el arcoíris
que tras la ventana no alcanzamos a ver,
porque tal vez no existe,
o porque tal vez
el arcoíris somos nosotros mismos.

La vida es un conjunto de muertes no resueltas
a la que nos dicen que no supimos acomodarnos.

Para bien o para mal,
esta es la casa
que separa el orden
de la anarquía,
el trance que divide al rockero
de su público,
al empresario de su cuenta corriente;
los de blanco,
son ángeles burlistas con estetoscopio
que nos afirman la vida eterna,
aunque no la hayamos pedido.

El suicidio es un acto de auto-democracia íntima,
aquí la voz se pierde entre las hojas de vida
guardadas en la oficina principal,
no hay lugar donde votar,
no hay canciones que cantar.

Por lo menos hay alfileres olvidados
bajo la maqueta del cajón,
la muerte es una profecía autocumplida
en una habitación donde no cabe más silencio,
solo la resonancia
de un retrato que se esfuma,
como una ecuación que se corrompe,
como el sonsonete de una corchea
cayéndose del pentagrama,
todo un libro de recuerdos
se entrecruzan en el último instante,
los párpados molestan como una condena,
la vista se va como una hoja volando en el paraíso,
el aire se pierde,
como en la luna,
oscuro y flotando,
ahogado,
libre,
el deseo más íntimo se cumple,
los ángel de blanco
con su estetoscopio llegan tarde,
no hay mucho que hacer,
mirar, cerrar carpetas,
celebrar,
un nuevo juicio final
ya ha terminado.



miércoles, octubre 23, 2013

LA SOMBRA DEL CAÑÓN



A pie sobre la puerta híbrida,
donde se divide la vida y la muerte,
descanso - bajando la voz – para que nadie escuche,
y aunque grite
nadie escucha,
y aunque llore,
nadie escucha,
y aunque calle,
nadie escucha.

A pie sobre la sombra,
se ve la ciudad y sus cirios,
las ampolletas apagan la luz del cielo,
la luz del cielo, ciega los ojos,
los ojos, hablan con silencios que prefiero callar,
porque al final del día,
aunque caigan las palomas descuartizadas,
nadie habla,
nadie reclama,
porque nadie escucha.

A pie sobre el piano,
donde se escribe la última estrofa del día,
suenan los sueños
que se pierden en la ducha,
los disparos cantan más fuerte que los pianos,
las capuchas,
esconden ciudadanos,
los rostros,
se acobardan en la lucha.

Soy la sombra del cañón,
la sombra  que se resguarda
hablando con los hombros,
bailando con la bella,
escondiendo la mano ante el miedo o la ignorancia;

soy la sombra del que muere en el intento,
viendo como caen los inmortales,
que caen como mariposas en invierno,
solas al final del día,
como arcoíris sin colores,
en medio del mar con brújula incompetente,
como un árbol en la greda,
solos donde no exista más que soledad,
donde la dignidad, también queda sola
en el diccionario.

A pie sobre el cañón,
escucho la última explosión del día,
han muerto los pájaros,
las voces,
y yo seguiré en la sombra,
nadie escucha, porque nadie quiere escuchar,
la cobardía no será asunto de estado,
siempre,
siempre habrá alguien dispuesto a morir
por mi felicidad.

miércoles, octubre 16, 2013

LA CALLAMPA



El cemento,
la cancha de baby futbol
y las luces que nunca encienden,
el aire tóxico sobre la berma,
la esperma
sobre el papel de los que ya no están,
ánimas contra la pared,
nuestro rostro moribundo agacha la cabeza,
identidad o cárcel,
exilio parece buena opción,
la gripe en el pasaje tres,
la espera de la jeringa,
no hay doctor,
el frío, el calor, la noche,
el hambre,
la muralla gigante al final de la frontera,
desde donde se escuchan a lo lejos
las voces de los felices que nacieron felices,
de las tortas en el basurero,
de la abundancia,
de los autos blindados, de los cuerpo blindados,
inocentes, culpables,
responsables o ignorantes,
¿cuántos de ellos despertarán mañana?

La guerra fría no ha muerto,
segregamos la conciencia
con la pared que no nos dejan cruzar,
allí el sol, aquí la noche,
¿para qué cruzar?
La vida eterna es un bien de consumo,
mi vida, un precio del capo,
mesías del cristo pobre
del que todos saben,
pero nadie habla,
¿para qué hablar?
El miedo es su mejor ejército,
¿cuánto tiempo nos queda?

Al otro lado del río aprendí  
que la vista se pierde cuando no se quiere ver,
nadie me ve
escondido en el árbol
con la vecina,
nadie se acerca a la esquina
si no es para vestirse de cliente,
nadie juega al carcelero,
nadie escribe cartas porque el cartero
nunca llega al pasaje tres,
nadie quiere ser alcalde,
nuestro pésame diario
taladra nuestra vida 
que cabe en un balde.

Aquí tuve miedo y placer,
los rezos, los pesos,
el jardín de rosas verdes
en el patio trasero,
la muerte como cancionero nocturno,
el veneno en el tambor,
el amor, el dolor,
la sangre perdiéndose en la cuneta
como se pierde un fósforo en la cocina,
como se pierde la cordura en la cantina,
el silencio, mío, de él, de ellos,
de nosotros,
¿cuántos ángeles vivirán hoy?
Todo es un simposio de cristales quebrados,
de intelectuales baratos al otro lado de la frontera,
de guerreros sin causas en este lado del río,
el Sean, el Johny, el Brian, el Byron,
cuántos más cambiarán las hojas
por el plomo,
tres botellas por un libro,
y les queda el cambio.

Aquí nací y aquí moriré,
como murieron los que nos alcanzaron a atenderse,
esperando que los que vengan
traigan consigo
mucho más que un discurso
bajo el chaquetón,
sin agujeros que lamentar,
sin más corazones
que descuartizar.

sábado, octubre 05, 2013

SIN NOMBRE



A metros
la piel mostaza se me vuelve roja,
los ojos me tiemblan
en cada facturación del minutero,
frente a frente,
soy un niño con pelo en el cuerpo
y dientes de maíz,
con olor a marihuana bajo la axila,
con sabor a soberbia entre las cejas,
con valentía para mirar de frente
y no de costado,
para no recular con la garganta tiritando,
cuando esos ojos florales y silvestres,
me saluden un lunes por la mañana,
a metros de mi oficina sin puerta,
sin escritorio, sin cliente.

Puede que no exista una próxima vez,
que mañana sea como ayer
y ayer como mañana,
puede que se me vayan de la cabeza
los pensamientos,
la memoria,
puede que recupere la razón
cuando ella pierda la locura,
que me vuelva invisible,
como biblioteca muerta
en el país de los generales,
como la esperanza en un cementerio,
como las guaguas en los genitales,
puede que me parpadee la voz
para responderle cualquier cosa
que no sea un estupidez,
puede que me equivoque,
y viva para contarlo.

Pero no tengo más que a mi papada vergonzosa,
tragando saliva cada cinco segundos,

¿ qué hacer cuando te tirita la mandíbula,
de nervios, de placer,
de saber que ante tus ojos,
 la estructura de carne y hueso
te ha dicho hola?

Soy un hombre libre y con barriga,
eco de un suicidio frustrado,
la consecuencia de un cromosoma liberado,
exitoso,
ahora sentado como los pianistas
que enamoran a su piano,
pero no me alcanza para pianista,
no me acuerdo de su nombre,
menos de un pentagrama,
sí de su color de uñas
del pañuelo gris saboreando el cuello,
de mis mejillas estirando una expresión,
me acuerdo de vez en cuando
que nací para ser un hombre libre
follando por las grandes alamedas,
los autos, las calles, la gente,
el edificio, la bandera, el paradero,
las veredas,
los ambulantes y los traficantes,
todo gira entorno a lo cierto
y a lo falso,
a lo que existe,
y a lo que no,
lo imaginario queda en los libros,
donde no estoy yo
pero si ella,
que es donde alcanzará la vida eterna.

Los libros nunca mueren,
tampoco esta sensación  de fin de mundo
cuando me regala una palabra,
respiro, agito, subrayo,
esquivo,
prendo la luz sobre el cráneo
para convencerme
que a la larga quiero que seas
lo que es un arma para un desquiciado,
lo que el agua es para un de-saciado,
lo que es la vida, para un desahuciado.

Yo quiero ser
lo que es para ti tu mini falda.

miércoles, septiembre 18, 2013

FLORES AMARILLAS



Hoy fue un mal día,
me despedí de los amuletos,
fríos e impunes,
que me vieron arrodillar la cabeza
buscando solución,
rogando misericordia de amor
ante el desamor
que me miraba de arriba abajo;

mi cuerpo: un mar indócil y turbulento,
remolinos bajo el cuello
y entre mis cejas,
nació la púrpura natural de la muerte,
en las pupilas el agua
y en el puño, la ira contra el cristal
que llamó a la sangre.

Hoy fue un mal día
para  ser hombre,
crucifico avellanas en el nombre de la agraciada
que con una frase impía y tres versos de soledad
me dejó esperando respuestas
al libro de reclamos
que acabo de recibir.

Para entender el inicio,
siempre es bueno saber el final.

Mas hoy fue un mal día para dar recetas,
me acostumbré a pararme de rodillas
ante Dios y ante el hombre,
ante la mujer, sólo una sonrisa
con la voz quebrantada,
¿cómo despertar de un sueño americano
si ni siquiera alcancé a cerrar los ojos?

Cristo es una estatua desfigurada
buscando perdón,
yo una momia petrificada
escribiendo una canción.

En el aire espantado de un séptimo piso
mirando hacia el oriente,
una Paloma gris
redacta el bando del juicio final,
sin honores
cerrando las puertas de un tribunal injusto
que me rechazó el asilo
dejando en la fosa común de mi habitación
flores amarillas,
como primavera rota,
esas putas flores amarillas en mi entierro.

domingo, julio 07, 2013

EL ASALTO



Ahora que desperté bajo el puente,
frío y adolorido,
con amigos celosos, sucios y hostiles,
ahora que no tengo más que una cuerda a la mano
para orientar mi destino
y salir de este nido ácido y putrefacto,
donde no puedo evitar mojarme los pies,
ahora que se llevaron la noche anterior
junto al último vodka que escupí 
en la Avenida Santa María,
ahora que no tengo identidad, ni serenidad,
ni consuelos ni orientación,
ahora que no tengo libertad, 
ni mucho menos billetera,
ahora que no sé qué diablos hago aquí,
en la profundidad de un planeta mal cuidado e infeccioso,
con los ángeles poco amistosos
de San Alberto Hurtado,
ahora que no sé porqué 
no traigo puestos mis zapatos, 
ni mis relojes,
ahora, que no sé porqué escribo
en vez de pedir ayuda,
ahora, es cuando miro al cielo esperando una señal,
reconociendo que no he sido un buen cristiano,
resignándome a rezar
para que Dios no sea aquel niño sobre el puente,
que aprovechando la soledad de un domingo en la mañana,
se rinde ante el apremio de su vejiga
justo donde yace mi cara,
inmóvil, 
tratando inútilmente de escapar.

miércoles, julio 03, 2013

MOLOTOV



Se me cae el sudario, la botella con fuego,
los pensamientos, el calendario,
se me caen al suelo los recuerdos,
los ecos de una multitud que huye
hacia donde aun queda aire virgen,
pues nos reprimieron hasta la libertad de respirar,
se me caen los ojos y las manos,
la mochila, los colores,
se me cae la carne con el cuerpo hacia el pavimento,
se me caen los momentos,
la sangre en el piso,
se cae mi nombre
al no ver la pierna del oficial
que me tendió una trampa.

lunes, mayo 20, 2013

BANDEJÓN CENTRAL



Sobre la explanada sur corrí como si el mundo se fuera a terminar,
corrí tan fuerte que me perdí entre semáforos y gente ardiente
entrando a las tiendas,
mirándome con cara de espantados
ante la desgracia de mi uniforme
que a la fuerza, los hombres en fila lo tiñeron de pintura,
de amargura,
lejos del arte sencillo que entrega la ternura
coloreada en mi bandera que tuve que abandonar
por el bien de mi libertad;

sobre la explanada sur me vi con el corazón a punto de explotar,
mis zapatos destrozados no cedieron lo suficiente
para lograr escapar del asedio de aquel amigo inseguro,
de casco grande,
que me encontró escondido en la lluvia de besos rotos del cabaret,
donde mis amantes semidesnudas,
me dieron vuelta la espalda,
y no precisamente para pasarla bien.

Sobre la explanada sur quise volver a correr,
pero un Jesucristo casual con la biblia colgando de su pene
me detuvo de una zancadilla
haciéndome dejar un recuerdo dental
sentado en los adoquines,
bebí el veneno de la tierra y de sus plegarias
mientras mi carcelero le entregó a mis bolsillos
pequeñas dosis de amor
expulsadas de sus botas.

Grité ante el desconcierto de los obreros de cascos azules,
que preguntaban mi nombre,
hice concierto de mis plegarias hasta que caí sobre el pasillo del microbús enrejado,
donde me sobé las caderas,
esperando que en cualquier momento
el funeral de mis ideas me permitieran la fianza,
que nunca llegó.

No creo en el amor ni en la revolución,
en el amor porque nadie ama al luchador hasta que muere,
y en la revolución porque los que luchan, nunca viven
para disfrutar de los resultados.

Y sin embargo,
estoy mirando a una hermosa oficial ajustando su blusa,
acomodando en el límite de lo legal sus redondas y perfectas tetas
con vista al frente,
ahora soy yo quien los asedia con ternura,
asedio su entrepierna veinteañera dibujada en la talla menos del pantalón,
allí la veo como viejo enamorado pagando mis culpas,
escribiendo sobre la toalla higiénica que robé de su cartera
toda esta fría pero dulce primavera
de hombres tristes,
apoyando sobre un cajón húmedo mi trasero golpeado,
por decir lo que pienso.

La miseria del hombre se mide en lo que hace,
más que en lo que dice,
los rostros gemenianos al final del día
siguen trabajando,
esperando que aparezcan nuevos mártires
en algún bandejón central,
peleando por lo que ellos no se atreven a pelear.

Yo sigo en esta celda,
ya sin uniforme, con la mente inconforme
esperando el día del juicio final,
que me encontrará con los papeles sucios, inmolados,
sin dinero en la soledad de un recuerdo que será lindo para la historia,
para los pocos que tienen memoria,
para los artistas de izquierda casual
que venderán en sus discos y monólogos
la protesta social de la que jamás han participado,
valgan las parcelas que tienen,
con el dinero de los obreros y estudiantes
que se queman en la calle
recibiendo lumazos de la libertad;

Despierten a Dios
cuando los cristos encapuchados salgan a marchar,
yo no me quiero volver a manchar
sangrando rabia y soledad
que siempre llega al final del día;
las voces las tienen los pecadores inocentes
en busca de igualdad,
yo renuncio a la potestad de mi libertad,
me quedo vestido de artista pop
pegado en los semáforos, viendo pasar a la multitud,
valiente,
que vuelve a ocupar la explanada sur, listos para huir o para resistir,
mientras yo lucro con la verdad de ellos,
con la verdad de un grupo de servidores que mueren al servicio de aquellos sinvergüenzas
como yo,
que desde el bandejón central  y con aire acondicionado
hacen fama ante los lentes, de una poesía que nunca escribieron.

lunes, mayo 13, 2013

LA NEGRA



La Negra tiene la nariz grande,
grande los pechos y el culo,
grande sus pensamientos
revolcados en el polvo blanco y ardiente,
grande sus ideas
que ríen y lloran
sobre la paciencia de un pavimento
que nunca cierra sus brazos,
ni siquiera con rejas papales.

La Negra tiene un cancionero rojo
sonando en el corazón,
una guitarra quemando silencio,
yo sentencio:
sus piernas desnudas
componen la canción
que ya no puedo olvidar.

La Negra tiene en sus labios
una carta de amor,
que aun no escribe,

yo tengo en mis manos
el manifiesto de la noche anterior
escrito con sudor sobre costillas
y velas agonizantes
que llegando al alba
no pudieron sobrevivir.

Yo no me explico cómo estoy vivo,
si tras cada verso que escribo,
o termino depresivo,
o termino subversivo.

La Negra tiene toda esa literatura rusa en el vientre,
y en la entrepierna unos poemas malditos
escritos con sal, más una revolución veinteañera,
gloriosa y esperanzadora revolución veinteañera,
de la que ruego no sea una cuenta corriente
la que se la termine.

Ruego también que su mini falda
no se caiga fuera de mi cama,
tampoco sus dedos rozando mi espalda
los miércoles por la mañana,
ruego se patenten a mi nombre
su cuerpo y su alma,
gusto recibir aunque sea cada veinte días,
una Paloma posarse sobre mi palma,
esa que vuela,
esa que libera,
esa que abraza.

Escribo, luego pienso;
la veo dormir sobre mi ataúd,
embellece la muerte y reconforta la vida,
la Negra es la versión moderna
de la poesía,
mía y la del pelucón talentoso
adicto a las libélulas,
ella es una libélula volando contra la corriente,
a veces presente, a veces ausente,
a veces consciente de mis credos
pidiendo auxilio,
de las manos en el cielo
rescatando consignas que al final del día,
vuelven a naufragar
en la mente de los que nos obligan
a estar de rodillas,
hemos ofrecido tantas mejillas
en vano,
será más tarde que temprano,
que dejemos de ser gitanos
antes que parroquianos.

Hay una paloma volando sobre mi cabeza,
yo me quito la vida
sobre su fotografía,
mientras me tomo otra cerveza,
pensando en nuestra guerrilla de tiernos fantasmas,
que quieren volver a vivir,
con ella,
gritando nuestra primera y última canción
que de habla de amor,
y de revolución.

domingo, abril 28, 2013

MI NOMBRE ES TED



Hace frío en el infierno, sabes,
el fuego me aprieta las manos
con un metal que guarda en sus bisagras
la rabia de un Estado
que nunca entendió mi tierna poesía.

Tierna porque al final
hice el amor más de 30 veces,
sin importar si estaban vivas o muertas,
amor que me llevó a caminar solo y triste
por estos pasillos grises, lúgubres,
con prohibición de entrada al sol
y a la luna,
solo a veces viene alguna,
con la entrepierna generosa
a vaciar mis versos escondidos
en el cierre del pantalón.

Los hombres de azul a veces me dan de comer,
a veces me quieren joder,
a veces me quieren socorrer,
dependiendo del fajo que salga del bolsillo,
mas sé que soy famoso en el pabellón
donde los latidos se pierden entre las campanas
de las seis de la tarde,
las mismas que años atrás,
me llevaron por algún parque
buscando faldas vírgenes y no tan vírgenes,
que quisieran escapar de mí,
y las amé, en trance y descontrol
a las que escaparon,
y a las que nunca llegaron.

Hace frío en el inferno, sabes,
por las mañanas me hago compañías con los espejos,
viendo pasar a mi madre,
que fue mi hermana,
pero que en el fondo era mi madre,
viendo pasar también
las ciento y tantas salivas
que se resecaron en los bosques,
cuantiosos senos esperando el censo,
que nunca nadie los encontró.

Veo pasar también las cartas
que a esta pieza de puertas transparentes,
me siguen llegando,
y sonrío,
porque cuando termine el viaje,
mis ronquidos con gusanos
no solo quedarán bajo esa tapa de mármol,
sino también en los libros.

Aun me quedan unos días,
y nunca quise este infierno, sabes,
siempre me gustaron las bibliotecas
y no necesariamente para leer,
recuerdo el cáncer bajo la gorra del policía
a quien le escribí una bofetada en su libreta de notas,
nunca dejes de mirar el techo,
que es por donde siempre tiendo a entrar,
y también a salir.

Ustedes saben muy bien quién soy,
en el fondo, debajo de esas corbatas, de esas bufandas,
de sus faldas, de sus armaduras,
debajo de sus uniformes y de sus túnicas,
guardan el deseo de amar como yo lo hice,
estén ellas vivas, estén ellas muertas.

Pero sigo aquí, sentando en este infierno,
frío y lúgubre,
como el vapor saliendo de la cocina
donde aquel príncipe azul,
se follaba a mi madre,
extraño el paraíso con forma de huevo y color crema
con olor a confidente,
soy un hijo biológico de la psiquiatría,
que nunca me reconoció,
a los 27 años escribí mi primer verso
en una pieza universitaria,
nunca nadie entendió porque nunca fue poeta,
tal vez maldito, tal vez erudito,
hubiera sido un buen hermano
recogiendo cuerpos en la noche,
sin tener que mendigar sangre en mi cara
solo para complacerme.

El estado y mi familia,
me echa la culpa de sus fracasos,
mas quisiera tomar sus brazos
y llevármelos conmigo
al lugar donde termina mi historia,
y comienza la leyenda.

El oficial me mira intrigado,
es el día 24, todo pasa en un día 24,
el nacimiento de la muerte
los separan solo dos meses,
y pienso como hubiera sido el mundo sin Theodoro,
me acomodo en lo que queda de calor
y ofrezco abrir la boca
con tal de evitar sentarme ante un público
que me quiere ver dormir,
pero lo secretos se hicieron
para que Dios viviera sin reclamos,
yo no le reclamo,
solo quiero seguir viviendo,
como esclavo o clandestino.

Termina el día en este infierno, sabes,
es hora de caminar por el pabellón,
sintiendo, por primera vez, que nace el sol
mientras yo,
hago todo lo contrario,
mi madre ha sabido de mi última estrofa,
en la penúltima carta que escribí
‘¿Que es uno menos?
¿Qué significa una persona menos en la faz del planeta?’
mi confesión es vuestra mejor canción,
pero ya es hora de tapar mis ojos,
ante Dios y ante mí,
quiero pedir que la luz no se apague,
sin antes decirles,
que ‘soy el hijo de puta más grande
que han conocido’.


lunes, marzo 25, 2013

LA MALDICIÓN DEL POEMA




Juro que he hecho de todo
para evitar este altar de velas ardientes,
con tinta negra en el pulgar
donde tiendo a firmar
lo que muchas veces no escribo.

Aquí rendí honores a tantas piernas desoladas,
las que amé en descontrol
hasta antes de ayer,
cuando seguía desnudo
abriendo caminos
por camas que ya ni recuerdo.

Allí en el lapicero descansa el unicornio azul
que me mira con cara de odio,
quiere volver a bailar
pero de él no quiero saber más,
ambicioso y extremo,
fiel y traidor,
el que tantas veces perdí entre poemas absurdos,
con el que ahuyenté a tantas violetas, magdalenas,
aun colgadas en los retratos de mi billetera.

Hablo del poema y su maldición,
que me ha dejado ensangrentada las manos,
que es donde tengo el corazón,
mas solo me queda el manto con el que cubro mi mala suerte
y el libro que me hace recordar
al regimiento de putas
que usé como premio de consuelo,

maldigo esto y al bufón que entra a robarme las novias
con su guapería y buena crianza,
haciendo del verso, mi peor enemigo,
y el de mis mujeres.

No quiero volver a sentarme en este altar
de velas ardientes,
no quiero más tintas
ni respiros, no quiero volver a escribir suspiros
ni reflexiones de inciensos,
no quiero papeles ni referencias,

en mi puta vida
he regalado 20 poemas a 20 mujeres,
las 20 que se han olvidado de mí,
también de sus poemas.

Por eso esta vez me rehúso a nombrarte,
a subirte a este altar de luces bajas
donde tiendo a hacer el amor
con la inspiración de turno,
guardaré tu nombre en mi velador
aunque protesten los cantautores,
los verdaderos poetas,
los ruiseñores,
no te verán los libros,
ni los panfletos,
ni las revistas,
los poemas te los escribiré en el vientre,
en la luna creciente de hoy día
o del día siguiente,
prefiero quedar en silencio y sin altar,
que perderte sin pelear,
aunque solo me quede la muerte
o soñar.


viernes, marzo 22, 2013

PERAS AL OLMOS



Lo primero que hice, fue levantar la vista,
me quité la ropa en el sillón,
y rompí el espejo,
-compañero de ficciones-
y oculté entre los papeles
mi cara de viejo,
y sonreí las siguientes veinte horas,
que duró el efecto.

El jardín de flores cayó desde mi chaqueta
un día gris por la mañana,
mientras esos profesionales ardientes
esperaban sus juicios.

Era un Tribunal.

Letrados ansiosos mentían en una sala de audiencias
a la que nos prohibieron entrar,
a la que nos prohibieron grabar,
hablar, respirar.

A la larga fue mejor.

Mejor para pedir un segundo aliento
y seguir escuchando sus historias,
de cuyo contenido casi ni recuerdo.

Era mi colega.

La escuché con los ojos drogados,
sin saber quién soy, ni donde estoy,
apenas su nombre
retumbó entre mi libreta
y mi cabeza,
hipnosis sobrecargada de milagros
y dicha,
enamorado y perdido
entre los ‘presagios gratis’ de Benedetti,
la muerte, nuestra eterna vigilia,
supo de versos de locura ante mis cantos,
que hasta ahora, solo habían sido epitafios.

Olvidé la razón y la profesión,
desnudé su timidez y le hice el amor
más de una vez
sin siquiera separar el cuerpo de mi cuerpo,
cogí su lunar colgando de la mejilla diestra
y me fui a resucitar palomas,
a bostezar la realidad
antes de que el juez terminara la alegría
y nos obligara a volver a trabajar,
dejando nuestra histeria,
a medio reportear.

Sonríen los abogados,
el juzgado estaba a punto de cerrar.

Allí abrí mi libreta.

Inventé una última historia
y le escribí mi nombre,
soy yo la mano que aprieta,
dije sin pensar,
-y recordé las cosas que pienso sin decir-
ella estiró sus labios, mostrando sus dientes,
allí viven los hombres de blanco
que recitan utopías,
me seducen las mejillas
y esa entonación pelirroja,
que me llevan de vuelta a las hojas,
a escribir esta última poesía.

Soy un fabricante de ilusiones,
vendiendo ilusiones en la puerta de un juzgado,
reparto noticias sin investigar,
porque entre preguntar y soñar,
prefiero la sensación de libertad
que me guardé en el bolsillo,
blanca fantasía que quedó en mi papel,
donde anotó su teléfono  personal.

Mi carta es la última exclamación
de objetividad,
no será ella un número más donde descansar,
ni una pieza más donde olvidar,
no habrán más camas sin no hay donde pensar,
y no habrá más pensamientos, si no hay donde encamar.

Me tomaré la última copa
y asistiré al funeral de mis fantasmas,
le regalaré mi alma,
una milonga con vida eterna,
y mis piernas,
que ya tienen una buena excusa
para avanzar.

Soy grotesco en la cursilería,
mas quién sabe de dormir,
frío y vació en una cripta
con más sanciones que melodías,
con más diferencias
que simpatías.

Por eso pido por última vez,
recoger peras del olmo,
escoger su rostro a la orilla de un río
y cerrar la puerta
a cualquier nuevo
y ajeno desafío.
 

martes, febrero 26, 2013

PLEGARIA PARA UN AMIGO DORMIDO



Hago un esfuerzo por respirar más lento.
Estoy  frente a la cruz
sin rezos ni cáliz,
me mira tu foto sobre el altar 
intimidando mi conciencia,
han pasado los años,
ha muerto la carne,
y los recuerdos
los escribí en este ramo de flores,
que dejé a los pies de su cama.

Siempre tuve miedo de venir,
todos los muertos viven bajo tierra,
y yo a ratos vivo muerto
deambulando sobre la tierra,
tierra que piso y vuelvo a pisar
a veces pidiendo un poco de silencio,
rogándole al silencio que nos deje en silencio,
y empezar a vivir de nuevo,
cuando toda la historia se pudra allá atrás.

Siempre he sido bueno para dar explicaciones,
también para pedir perdón,
por eso estoy parado aquí
frío y a la vez sensible,
soy un pez en el desierto
buscando barcos de papel
que me saquen de toda esta putrefacción,
soy una esclava negra
huyendo por el bosque
sin destino ni convicción,
sin causa ni efecto,
por eso estoy parado aquí,
frío y a la vez sensible,
para encenderte una vela
y esperar que las horas pasen,
antes de que en una de esas
te dignes a despertar.

Y si despertaras,
verías rostros muertos
caminando por tu casa,
por mi casa y por la de los demás,
verías a los vecinos fingiendo sonrisas
para poder sobrevivir,
todos viven para poder vivir,
y no para vivir,
y pienso que tal vez sea mejor
que te quedes allí donde estás,
que aquí a Dios se le olvidó rezar,
ha colgado los lentes
para irse a descansar.

Pero no vine aquí para entregar sermones,
y puede que tal vez te pida un poco de limosna,
me han fallado los amigos
y los que no son tan amigos,
han escondido sus manos
justo cuando necesitaba de manos,
he quedado solo en el pentagrama de colores
en el cual ya no veo tantos colores,
y vine aquí a escuchar tus palabras,
palabras de soplos corrientosos
que caen desde el árbol
que da sombra a tu rincón,
rincón que después de cinco años vine a visitar,
sólo por la desdicha y la necesidad,
lo reconozco.

Y ahora que estoy aquí, no me quiero ir,
comparto mi ingratitud con tu propia idolatría
colgada en tu foto como rey midas
a la mitad de este pabellón,
me siento a mirar a tus vecinos
que nos espían,
allí están también
esperando un poco de esperanza
que les permita por lo menos
un poco de agua para sus flores,
yo ayudo no de solidario
sino de compasivo,
y muerdo la última estrofa
escrita en ese libro de mármol,
antes de que me largue a llorar.

Pienso en la última vez que te vi,
y no me acuerdo,
tal vez si me ves por la calle
me reconozcas
vaciando los barriles
o limpiándome la sangre
cayendo de mi rostro,
tal vez allí
me acuerde que alguna vez fuimos amigos,
los mejores amigos,
antes que el agua cerrara sus puertas,
secuestrando tu cuerpo.



A la memoria de Alvaro Rivera Almuna

domingo, febrero 10, 2013

CAZA DE PALOMAS






Allí estuve la primera vez
que me diagnosticaron la muerte,
allí grabé cada una de mis letras
en un pedazo de papel,
que luego sirvió
para limpiarme la boca,
allí me senté a observar mi funeral
en una barra llena de flores destiladas,
los tantos por cientos de grados en el vaso,
y los cubículos soportando ladrones y serpientes,
amigos casuales a quienes confesé
más de alguna simpleza,
algunos empresarios
buscando sexo en los colegios,
otros comisarios bebiendo gratis,
demostrando sus privilegios.

Allí estuve yo con ellos, pidiendo limosna,
dejando caer mi cabeza desterrada
en la carretera del placer y la locura,
peajes de cristal, hielo y ceniceros,
inconciencia sobre el mesón al llegar la madrugada,
y al empezar la próxima noche.

Allí estuve yo hace unos años
y vuelvo a esta ahora,
escribiendo sobre la carta de pedidos,
mis mayores perversiones
con aquella cintura
de 60 centímetros,
quien cada 15 minutos,
amablemente me llena el vaso.

Sigo allí esperando el final,
y me canso de tragar y caer,
me canso de vivir, de morir
y de revivir,
me canso de la botella que llevo bajo el brazo,
pero escapo sin rencor del templo,
de aquel confesionario
donde se cuentan más pecados
que en una propia iglesia,
y corro hacia la calle principal,
donde un bufet de bastones verdes
espera verme empinar el litro de whisky
que aun cuelga de mis ropas,
no lo hago, por miedo a la oscuridad.

Pero soy libre y es de madrugada,
sin relojes ni calendarios,
solo la plaza bien cuidada
que me muestra un paraíso de rocas
apuntando hacia mi cabeza,
y soy esclavo de mi propia inconciencia,
esperando que en el día del juicio final,
Dios sea mi abogado,
aunque sea  por clemencia.

Y allí la vi alargando la noche,
nariz grande y respingada,
tocando su trasero ante la inconciencia de los municipales
que olvidan poner asientos cada 20 metros,
me conseguí un cigarrillo
y nos empezamos a enamorar,
llevaba los pies ardientes
y un espejo en la cartera,
vi bailar sus pechos en la solera,
mientras apunté una mano en mi cabellera,
la otra en la billetera,
y cogimos un taxi
hacia la hermandad de los sin cerebros,
guardamos la razón en nuestras entrepiernas
y vimos salir el sol
bien lejos de la cordillera.

Abrí el velador buscando un poco más de amor,
ella me acarició los hombros,
yo le besé los dientes al momento que abandonó mi cama,
y me puse a escribir,
mientras en el baño, el agua le quitó el sudor de su cara,
nadie quiso mirar el reloj,
tampoco el carné,
no quise encender el motor
ni acelerar las latas,
para terminar así esta historia.

Hice una plegaria cuando el sueño aun la tenía vencida,
y descubrí que el jardín de rosas
venía incrustado en el bretel
que terminó extraviado
debajo de mi cama,
el brillo salió por la ventana
alumbrando al sol,
y vi en su piel morena
la pluma más fina de Jorge Luis Borges,
excitado y anonadado,
ojos de una Eva rebelde y sugerente,
sin ropa interior,
sin miedo a escribir poemas
en mi torso desnudo,
mientras me da por resucitar
en sus pechos indefensos, mirando el techo
esperando los besos de la vida eterna.

La mujer brilló por ser una utopía con tacones reales
y ojos de señorita madmuasel,
esperando la libertad,
en el paradero donde aún habita mi almohada.

Son las tres de la tarde y apenas respiro,
soy un esclavo de mis propios actos,
y no quiero despertar,
¿para qué?
si al menos en los sueños,
que no pagan impuestos,
puedo volver a ser un rockstar
esperando su señal
para volver a actuar.

viernes, febrero 08, 2013

POEMA DE UN SUEÑO SIN RETORNO



El jardín se me hizo escaso,
la noche de amor duró apenas un suspiro
y ahora no tengo qué comer,
en realidad nunca tuve qué comer,
las vitrinas están muy lejos
y mis brazos cortos no dan con tanta hipocresía,
enfrío mi nariz en los cristales
viendo pasar el otro mundo
lleno de bolsillos, fumando cigarrillos,
corriendo por los pasillos
de un paraíso que se autoproclama idolatría,
que me dice qué hacer y cómo hacer,
profecía auto-cumplida de los señores
que deciden cuánto se debe sonreír
cada fin de mes.

Al menos la luna es gratis.

Gratis para hacer el amor, que también es gratis,
gratis para rezar ante la última esperanza
que nos permita abrir la boca sin tener que matar,
gratis para soñar
los cuentos de Pablo de Rokha,
gratis para caminar, que por el momento sigue siendo gratis,
gratis para pensar que este es un nuevo día
para empezar.

A quién le importa lo que escribo,
a quien le importa si pierdo los estribos
y me pierdo en los suburbios
desnudo y embriagado,
haciendo del caos mi mejor canción,
caos que nos devuelva la razón,
la razón de estar vivos,
sin tener que pagar por respirar.

Llevo los zapatos sucios y me importa un carajo,
voy con el hedor de los compadres
que en las calles siguen pidiendo limosna,
sus lenguas se caen a pedazos
y yo, que no llevo más que un anillo de madera,
no puedo sino que darme cabezazos
ante un mundo, que cada día,
menos me pertenece.

El diablo se viste a la moda,
vista de honor en un palacio con corbata,
yo apenas tengo una bata que regalar,
los enanos salen con armas a trabajar,
ellos cambian el pan, por 3 gramos de felicidad,
y ellas usan sus cuerpos,
para poder amamantar,
amamantar a sus hijos
y a los que les dan de comer a sus hijos.

Resentidos son sus cálculos
y sus crecimientos,
no mis ilusiones,
me caigo a ratos de mis propios sueños
y de los que no me quiero bajar,
vuelvo a orinar en la casa de los patriarcas,
y les pregunto:
¿cuántos niños muertos
duermen hoy en sus ombligos?,
¿cuántos trapos sucios
se quemarán?,
¿cuántos hijos no reconocidos
buscan a sus mamás?,
¿cuantos ancianos hediondos,
piden un poco de libertad?
¿cuántos estudiantes,
tuvieron que resignar?
¿cuántos tiempo queda,
para que se pongan a gobernar?

Quizás tenga flores en mi entierro,
quizás un llanto y una sonrisa,
quizás ninguna,
quizás tenga una copa de vino
junto a un gorrión recitando mi última estrofa:
‘tal vez sea mejor soñar
que respirar’.