Corre transeúnte,
corre, que la tarjeta no espera demoras,
y yace despierta a las 8:30
atenta a tu despido,
acelera el paso,
que el inodoro urbano bajo tus pies
no es más que un pasaje hacia la basura,
una tribuna de la muerte,
donde juegan los niños con filosos metales
a ser dueños del mundo,
el mundo hundido en una ribera
que cruza nuestras conciencias,
que atraviesa todas nuestras arterias,
apura el tranco, transeúnte,
no te detengas a llorar como los humanos,
que a ninguno de nosotros
nos interesa los versos de allá abajo,
porque la vida es corta,
y no hay tiempo para ser hombre
ni revolucionario,
acelera los pies, transeúnte,
que el sol no tiene piedad con nuestras corbatas,
y el calor nos insulta quemándonos la humildad
que aprendimos cuando niños,
si es que alguna vez la aprendimos,
no te detengas a mirar el baile de las zapatillas ahogadas,
no agregues con tu lágrima
más gotas que inunden esta magna ciudad
con esa fluente marginal, grafitera dueña de las danzas
que los infecciosos mocosos
hacen para decir que siguen vivos,
y que habitan junto a nuestras camas,
no pienses que ellos son la muerte,
porque la muerte se vendrá un par de cuadras más lejos,
si te empecinas en quedarte ahí,
mirando como samaritano
tratando de ganarse a Cristo,
olvida los niños, y apura el tranco, transeúnte,
¿que acaso no ves que nos estás entorpeciendo el paso?.