Quizás sean los años,
o quizás el whisky,
quizás sea mi cuerpo
que insinúa desazón y burlas,
quizás mi cabellera tenga forma de inodoro
para las palomas,
quizás sea el disco que suena en el parlante,
o mi aliento con olor a estupidez
servido en esta mesa,
quizás sean mis poemas,
o mis canciones,
o mi fanatismo por la ternura,
o mis rasgos de locura,
quizás sea mi difunta cabellera larga
la que ya no interpreta las tonadas
que te hicieron terminar dormida
entre medio de mis sábanas,
quizás sea mi enemistad con los gimnasios,
quizás mi hostilidad a la ingeniería,
quizás mi letargo a las sudaderas blancas
o a las fotos en la playa,
quizás sea mi perfil de intelectual,
lejos de la inteligencia,
quizás sea mi nombre,
o mis palabras,
quizás mi ciudad,
o mis ansias de hermandad,
quizás sean mis protestas contra Dios
o mis blasfemosas alabanzas a Maradona,
quizás sean ellos,
quizás sean todos,
quizás sea ella,
o quizás sea yo,
quizás no sea nadie,
quizás el aguacero
haya venido por su cuenta
a inundarme los rincones de vida
que me quedaban por el resto de la tarde,
quizás deba aquí
despedirme del último verso y mirarme al espejo,
para entender que la perfección varonil
la tiene aquel bendito tarado
de mejillas rasmillantes y pelo medio liso,
que camuflado con fibras viriles
a medio relucir,
se emborracha en ella y sin misericordia
en las cercanías de donde habita
el Valle de la Mocha.
Quizás la muerte,
entregue nueva vida,
o quizás esa vida,
nos entregue una nueva muerte.