Pregunten por él, pregunten por él y por su historia, pregunten por él y por su vida, pregunten por su aliento,
su último aliento, pregunten los jóvenes, que le lloran 40 años después, pregunten por el momento, el último momento, en que abrió esa ventana para saludar a la gente que le vio dormir por una tierraque comenzó a llenarse de sangre.
Pregunten por el fusil del escritorio, pregunten por la pólvora besando las paredes, y por el paisaje de espanto rodando entre las arteriasque acompañan la ciudad, pregunten por las personasque durmieron con él, pregunten por los otros, que tuvieron la desgracia de vivir con el peso de su nombre sobre los hombros, y por el cual dieron el cuerposobre la mesa del dolor y de la crueldad,
pregunten por su nombre, pregunten por su nombre y por su apellido, para que lo recuerde la historia y también los libros, levantando las manos agradeciendo el grito del miserable campesino, que pudo haber ser mi padre,
pregunten por él, pregunten por él y por su país, pregunten por él y por nosotros pregunten por él y por lo que pudimos ser, pregunten por los asuntos que quedaron pendientes, pregunten por las sombras que invaden calle Morandé, pregunten por el Presidente y sus hijos de Pisagua, pregunten por el Presidente y sus amigos de Grimaldi, pregunten por el Presidente y sus hermanos de Londres 38, pregunten por él y por su amigo el cantautor que cerró los ojos escribiendo Estadio Chile, pregunte por ély por los 3 mil presidentes más que se nos fueron, sin siquiera saber donde descansan.
Pregunte por el Presidente, pregunten por el presidente y por toda su gente, aún cuando se acabe la tierra y las canciones, aun cuando se mueran los poetas;
pregunten, pregunten hasta que se terminen todas las letras, que la historia es nuestra herencia y la libertad, nuestra vida.
Nos bebimos hasta el nombre, abusamos sin pudor y hasta el último cáliz, de la sangre dulce y tintosa del que dicen salvador;
cantamos sobre la comida y nos golpeamos el cuerpo, creímos botar semen, cuando fue la boca quien nos fornicó el vientre, obligándonos a besar el inodoro para seguir jugando a los compadres;
inventamos unas guitarras para llorar en el último canto, donde nos acordamos de la mujer y sus retoños durmiendo en la guarida que me tendrá que salvar la vida, antes de que vuelvan a nacer las nubes.
Escapamos del amor y del sexo, nos escondimos en la ceremonia de los infieles y pedimos bailar una pieza con la mujer de cristal, esa maldita y adictiva mujer de cristal, y allí le rezamos a dios el favor eterno de la noche sin muerte, que nadie sabe si mañana se dignará a encontrarnos vivos.
Y si llega el mañana, nomás habrá que despertarse para escondernos de los reclamos; tendremos que asumir el holocausto de la dueñas de nuestros hijos, y agotaremos la llave botando agua en nuestras bocas para terminar de una buena vez con la pataleta de los sesos, que nos atraen a las tabletas, que nos reclama tener más tiempo para la siesta.
No diremos si seguiremos vivos, porque dependerá de cada una de nuestras dueñas, tampoco alzaremos la voz, porque habrá que mirar el suelo y meterse las manos a los bolsillos, rozar con suaves patadas el piso y resignarse a tener que volver a nacer, junto a nuestra herencia jugando en el living, junto a la morena fumando en el balcón, con nueva vida y vestido de Cristo, haciéndoles creer a todos los santos que viven en la tierra que las reuniones de los anónimos fueron salvadoras,
pero tendrá que llegar el sábado, y escondidos bajo la bohemia, llegaremos al sitio que nos mantiene vivos, clandestinos de la señora, sin sotanas ni buenos ritos, y nos sentaremos junto a la corrida de las bocas destapadas, para subirnos a las nubes, estirando los brazos, y decir lo que todos queremos decir, ¡salud!.
Se me caen las ansias al vacío, Se me caen los gritos a la nada, Se me caen al caos las blasfemias, Perro del infinito trotando entre astros muertos, Perro lamiendo estrellas y recuerdos de estrella, Perro lamiendo tumbas, Quiero la eternidad como una paloma en mis manos...