miércoles, octubre 27, 2010

LA MÁS PUTA



Nunca fue necesario que usara alguna esquina,

jamás recuerdo haberle visto alguna vez
un cartera suelta entre sus brazos
bailando al sonsonete de las bocinas,


no usó en su puta vida

reflectantes en ninguno de sus pechos
ni agujas afirmando el piso
ante su poco amenazante figura,


no recuerdo en la cama,

haberla escuchado en todos nuestros días
decir que el dinero también tiene sentido
dentro del bolsillo,


jamás sentí, en aquellos tiernos susurros,

un aire cinco estrellas
ni un reclamo ante mis pobres sábanas
que la cubrieron cada soberano segundo
después de mis cantos
entre sus piernas,


ella nunca necesitó de un auto,

tampoco ventanillas desnudas
pidiendo precios por sus poemas
rojos y con encajes,


nunca fue necesario verla a medianoche

con algún género fácil
haciendo parar a los tipos
con volante en mano,


tampoco fue útil escribir todos estos versos

para saber que aquella esplendorosa mujer
de quien besaré hasta la muerte
mi enamoramiento,
fue la mejor de la putas,
amigas de sus amigos
y enemiga de mis amigas,


mi bella señora,

ramera de los pobres,
que se leyó mis libros,
que se tragó mis poemas
para que el aquel Hernández
otra vez,
quizás como siempre,
les abriera las dos puertas hacia el placer
eterno,
tal vez enfermo.


Mi mujer, una puta,

que me lloró la partida,
que me abrazó en el homenaje,
y que se levantó la falda
la primera vez que le di la espalda
lejos del sur.


Ya no me quedan poemas que escribir,

sólo esta ceremonia de grandes honores
para quien cargará hasta en su lecho muerte
la última gota de temor,
por estos versos
convertidos en sus eternos epitafios.

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