No abras la
puerta,
que la
desgracia la escribí
con la
almohada de mi bisabuelo.
No abras la
puerta,
que no
quedarán toallas
para secar
tanto llanto
y tanta
sangre,
no abras la
puerta,
que la vida
se nos termina
en la tina,
con los ojos
flotando,
con la
prensa afuera grabando,
con mi
cuerpo escapando.
Madre ¡que
no abras la puerta!
que para eso
escribí esta carta.
El aguacero
siempre viene con la carne muerta,
que al final
guardamos
bajo tierra.
No abras la
puerta,
que he
cometido infamia,
Dios no
estuvo para sanarme,
menos estará
para salvarme;
que mis
hijos me perdonen,
que mi mujer
lo sufra,
solo yo
merezco vivir.
Del perdón,
es el reino de los suelos.
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