miércoles, junio 18, 2008

AFÁN DE VIDA




Mi nube tiene un par de butacas,
un balcón a orillas del concierto que
ese enorme charco de agua,
que tiende a mandarse solo,
interpreta cada vez que se enoja con la tierra movediza,


también están tus pechos jugueteando al desnudo,
y que tiene hasta al mismo Dios
preguntándose si eres soltera,
está mi mano derecha tocando tu barriga
y la izquierda secando en la rodilla la sangre traviesa
de nuestra pequeña infanta
que insiste en calcar tu rostro
cuando los años le pasan,
pero que tiene mis ojos, mi nombre,
mi boca y algún otro rasgo que nos hace pertenecer
al mismo anhelo de ser humanos,



mi nube dice que estoy destinado a morir
junto a la tántrica relación
de este lago furioso, a cual le llaman pacífico,
y la estrella madre que gusta estar arriba
para sentir el placer de dominar el día,
y matar la noche,
me dice también que tuve razón de enamorarme
sólo una vez,
de ser ese mentecato energúmeno
que tuvo que comerse varios infiernos
cuando los años recién le tocaban los dedos,
para terminar escribiendo este y más versos,


la nube,
que no calla y vomita, vomita y vomita
tus pies descalzos perdiéndose entre la espuma salada,
vomita mis pies descalzos tapándote las huellas
bajo la tonada de ese horizonte azulado
y cielo anaranjado,
que alguna vez nos dibujó ese amigable pintor
varios años antes, para el 16 del quinto mes,


ay de la nube que me cuenta sobre el blanco de mi cabello,
me dice que el tiempo fue el que me nevó la cabeza,
pero que no me cortó las sienes
que me hacen seguir dependiendo del cole,
ay nube,
que me haces ver sentado en el viento
escribiendo un par de otras letras que aun no existen,
mientras la Masiel sigue jugando cerca del muelle
sacándole la lengua a las olas,
aun cuando la piel nos diga que ya no somos simples adultos,
aún cuando las guaguas ya tengan autos,
y sean los que nos compren los viajes a la hermosa Cuba,
a Rapa Nui o a algún bosque perdido en el aire austral de nuestro sur,
aun cuando tengamos que recurrir de vez en vez a la resistencia de esa varita
que nos hace estar de pie frente al cansancio,
aún ante la decadencia de la infancia
es que permaneces haciendo castillos de arena,
escondiéndote de la marea y de mis ojos,
para luego secuestrarme los párpados con el espíritu de hada de cinco años
que a pesar de tener a nuestros embases al borde de la siesta
me siguen enamorando cada segundo
en que la vida me continúa dando momentos para quererte,


pero la nube tiende a veces a ponerse gris,
y votar sobre mis afán de vida
la lluvia incansable,
tal como cae en la lengua de mis pantalones
la otra lluvia que nace de mis ojos,
todo por saber que ahora insiste en contarme,
sin el menor de los cuidados,
que tiendo a soñar historias que no serán reales,
y que siempre son las nubes, tristemente,
las que me las cuentan.

1 comentario:

Quimera dijo...

Me gusta tu estilo.
Con permiso, te añado a mis marcadores.

Beso ultratlántico.

Q.