
Aún se mueven las cortinas,
aún se escucha el eco de una marquesa antigua
que llora la depresión de mi pubis alcoholizado,
muerto,
o quizás agonizado,
sumiso ante el olor a sexo resbalado en la pared
que sirvió de respaldo
para manos sudosas,
que tras los gemidos
tomaron sus cremas
para subirse sobre unos tacos
y cerrar la puerta acomodando sus pechos a la salida,
mientras es el silencio el que gobierna mi sien
que ya comienza con el remordimiento de un amor,
que ya no existe.
Hoy quiero desfallecer,
quiero aprender a cantar mis letras
y llorar, llorar tanto,
que no me quede ni una sola gota salada
en el cuerpo.
Hoy quiero vomitar la suciedad de mi cama,
quiero pedirle disculpas a mi colchón
y abrazarlo hasta que el sueño me haga morir,
me haga dormir,
y así poder fornicarme al olvido
para acostumbrarme a las putas
sin tener que dibujar a mi Masiel
con el llanto en la mano
al día siguiente.
Aún se mueven las cortinas,
y yo estoy seco y con frío,
mientras pienso en otra mujer,
aun cuando deba acostumbrarme a tener el colchón sucio,
aún cuando sea la única razón que tenga
para sanarme de mis antiguos poemas.
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