viernes, mayo 15, 2009

LA VUELTA I




No sé ni porqué te escribo,

pero te escribo.


No sé si seré ya un poeta ausente,

a quien se le secaron los versos

de tanto marchar en la agonía,

vomitando letras en el desierto,

mientras nos tuvo la vida

juntos en el habla,


y no sé si sigo vivo,

o soy una morsa perdida en medio del pantano,

mi propio pantano,

donde se estruja la belleza que alguna vez tuve

y que pierdo

por la simpleza de la lujuria

que mueve mis días.


Y si este resulta ser un mal poema,

será porque hace rato que dejé de ser poeta,

porque me saqué la manta endiosada

y volví a comer carne con mis símiles de la tierra,

porque dejaste de follar mi cabeza

y regresé a ser un hombre simple,

burdo, estúpido,

jugando con mis pulsos depresivos

en un lugar que no tiene nombre,

porque desconozco.


Pero aquí estoy,

escribiéndote en el desenlace del abril que nos juntó,

varios años atrás;

estoy escribiendo mientras pasan los árboles y los cerros,

mientras corren las casas y los autos

por esta ventana que oscurece más aún la noche,

en esta máquina que me traslada al lugar donde nos conocimos,


estoy escribiéndote sin saber si estás viva,

y si yo estoy vivo.


Pero escribo, tal como el antaño,

surcando los suspiros que produce la noche,

tocándote el rostro en este papel que alguna vez me regalaste,

y besando estos versos,

que alguna vez quisiste.


Hoy vuelvo a escribirte,

mientras ya amanece en este frío Concepción,

al cual acabo de llegar.




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