lunes, marzo 25, 2013

LA MALDICIÓN DEL POEMA




Juro que he hecho de todo
para evitar este altar de velas ardientes,
con tinta negra en el pulgar
donde tiendo a firmar
lo que muchas veces no escribo.

Aquí rendí honores a tantas piernas desoladas,
las que amé en descontrol
hasta antes de ayer,
cuando seguía desnudo
abriendo caminos
por camas que ya ni recuerdo.

Allí en el lapicero descansa el unicornio azul
que me mira con cara de odio,
quiere volver a bailar
pero de él no quiero saber más,
ambicioso y extremo,
fiel y traidor,
el que tantas veces perdí entre poemas absurdos,
con el que ahuyenté a tantas violetas, magdalenas,
aun colgadas en los retratos de mi billetera.

Hablo del poema y su maldición,
que me ha dejado ensangrentada las manos,
que es donde tengo el corazón,
mas solo me queda el manto con el que cubro mi mala suerte
y el libro que me hace recordar
al regimiento de putas
que usé como premio de consuelo,

maldigo esto y al bufón que entra a robarme las novias
con su guapería y buena crianza,
haciendo del verso, mi peor enemigo,
y el de mis mujeres.

No quiero volver a sentarme en este altar
de velas ardientes,
no quiero más tintas
ni respiros, no quiero volver a escribir suspiros
ni reflexiones de inciensos,
no quiero papeles ni referencias,

en mi puta vida
he regalado 20 poemas a 20 mujeres,
las 20 que se han olvidado de mí,
también de sus poemas.

Por eso esta vez me rehúso a nombrarte,
a subirte a este altar de luces bajas
donde tiendo a hacer el amor
con la inspiración de turno,
guardaré tu nombre en mi velador
aunque protesten los cantautores,
los verdaderos poetas,
los ruiseñores,
no te verán los libros,
ni los panfletos,
ni las revistas,
los poemas te los escribiré en el vientre,
en la luna creciente de hoy día
o del día siguiente,
prefiero quedar en silencio y sin altar,
que perderte sin pelear,
aunque solo me quede la muerte
o soñar.


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