Así,
tu sombra indigna observó,
el cantar de una voz gemebunda,
con el regadío insensible de una noche,
con un poema germinando de la elipsis.
Hay manos huérfanas, aire quebradizo,
sinfonías improvisadas en los vientos,
cercados intelectuales despoblados,
y recuerdos en la tempestad cerebral.
Abrazaste la indiferencia,
arando dolores en mi pecho,
secando el silbido de tus labios,
mojando tu placer ingrato.
Y resulta en las visiones,
que Cristo es el infiel,
María la prostituta,
el cielo no es parque,
un oasis el infierno.
Y tu lago que en mis manos,
huyó en la cascada de tu olvido,
mojando los huertos de llantos en mis ventanas.
Tiemblo en el miedo,
por la calvicie de tu amor,
con la muerte entre mis dedos,
y el silencio en las gaviotas.
Hay sangre en las algas de mi pecho,
brotando en la mesa de la nada,
follando estas letras de heroína,
eyaculando con un solo en mi oído.
Y el silencio que no calla,
habla de recuerdos,
drogando los sosiegos de mi cuerpo,
botado en el coraje de un pasado.
Mas te vi en un susurro ajeno,
mugiendo el llanto en un asalto extranjero,
vaciando los instintos en un otro,
con eclipses de soles veraniegos.
Y sonrientes yaces,
descansando en su sudor,
dejando a mis ojos como el otoño.
En el frío de esta mesa,
continúan las visiones,
forjando melodías,
tristes en la cama.
Y la historia se termina.
De la mano sigues con el otro,
con tu olvido caminando en las sombras,
marchitando el gozo de mi vida,
en un día sin luz de belleza,
en una noche lúgubre de tinieblas.
Mientras yo,
jugando a ser persona,
me interno en otro cuerpo
de una futura mente destrozada,
y así descuido las tibiezas
que aún en estos días,
Masiel provoca en mi rebaño.