sábado, febrero 19, 2011

VIVO EN EL NÚMERO 7


Todos ya se fueron de acá,
el humo, la hierba y el valor,
las curvas,
las cenizas junto al fumador pordiosero,
la muchacha del traje rojo,
las bebidas, los inciensos
y las solitarias balas
del vecino vaquero,


todos se fueron ya a esperar el alba,
el intelectual con su babero,
la bandeja con el mesero,
la show woman colgando de su ropero,
y la musas,
cogiendo de sus blusas,
piden ayuda para el placer,
con un Jack Daniel’s abriendo el pantalón,
con una señora pidiendo la atención.


Todos salieron a escribir su propia historia,
las putas vestidas de monjas,
Jesús buscando su victoria,
San Juan solo con sus dedos,
y San Valentín
follándose a su novia,


Todos se fueron a escuchar Spinetta,
a bailar sobre sus coitos
como en la antesala del cielo
arriba de un taxi,
vino añejo y la carne en celo,
pasiones sobre la alfombra
que se desempolvan
con orillas y con chimeneas,


Todos ya se fueron de acá,
mientras el reloj me apunta la muerte,
pero prometo ser fuerte
para combatir la seriedad de la cajera,
con esta copa de quinientas vidas,
que es la única razón
por la que aún me acompañas.


Todos se han ido ya y esta,
la mesa número 7,
es mi mejor concierto,
son tus mejores rizos
y tu mejor vestido,
tus labios sencillos
que ni una palabra de protesta
ha sabido de contarme,


y el azar se marchó a la mesa de al lado,
y el cantar que nos queda de amparo,
aun suena por las paredes
pidiendo paciencia a los que nos quedamos
haciendo atajos a los ancianos,
a sus malestares de copas,
a sus hogares,
a estos poemas sin ropa,


pero todos se han ido ya,
reitero,
y yo escondo su cartera y sus llaves,
me esmero,
porque la quiero junto a mí,
porque me gusta su ternura y su amargura,
su rostro complaciente y sin claves,
su anarquía y su dinastía,
sus pechos y ese relave,


y sin embargo aquí
me quedo yo con mis jarabes,
con la carta de menú y con la servilleta,
contigo preguntando por mi marioneta,
con los poemas encuadrando las anfetas
que algún día recogerás en tu cama,
donde jamás podré entrar
donde esta historia no podrá terminar.


Pero el fin del mundo es un cuento de hadas,
y aunque ya no quiera decir nada,
me quedaré brindando en este banquete
que disfrutaremos bailando tango,
música reservada,
donde no importa el billete,
sólo yo y este clarinete,
solo tú como a los diecisiete,
diluvios de fantasías
que no me hacen mandar en tu vida,
pero sí en esta mesa,
la número 7.

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