miércoles, octubre 16, 2013

LA CALLAMPA



El cemento,
la cancha de baby futbol
y las luces que nunca encienden,
el aire tóxico sobre la berma,
la esperma
sobre el papel de los que ya no están,
ánimas contra la pared,
nuestro rostro moribundo agacha la cabeza,
identidad o cárcel,
exilio parece buena opción,
la gripe en el pasaje tres,
la espera de la jeringa,
no hay doctor,
el frío, el calor, la noche,
el hambre,
la muralla gigante al final de la frontera,
desde donde se escuchan a lo lejos
las voces de los felices que nacieron felices,
de las tortas en el basurero,
de la abundancia,
de los autos blindados, de los cuerpo blindados,
inocentes, culpables,
responsables o ignorantes,
¿cuántos de ellos despertarán mañana?

La guerra fría no ha muerto,
segregamos la conciencia
con la pared que no nos dejan cruzar,
allí el sol, aquí la noche,
¿para qué cruzar?
La vida eterna es un bien de consumo,
mi vida, un precio del capo,
mesías del cristo pobre
del que todos saben,
pero nadie habla,
¿para qué hablar?
El miedo es su mejor ejército,
¿cuánto tiempo nos queda?

Al otro lado del río aprendí  
que la vista se pierde cuando no se quiere ver,
nadie me ve
escondido en el árbol
con la vecina,
nadie se acerca a la esquina
si no es para vestirse de cliente,
nadie juega al carcelero,
nadie escribe cartas porque el cartero
nunca llega al pasaje tres,
nadie quiere ser alcalde,
nuestro pésame diario
taladra nuestra vida 
que cabe en un balde.

Aquí tuve miedo y placer,
los rezos, los pesos,
el jardín de rosas verdes
en el patio trasero,
la muerte como cancionero nocturno,
el veneno en el tambor,
el amor, el dolor,
la sangre perdiéndose en la cuneta
como se pierde un fósforo en la cocina,
como se pierde la cordura en la cantina,
el silencio, mío, de él, de ellos,
de nosotros,
¿cuántos ángeles vivirán hoy?
Todo es un simposio de cristales quebrados,
de intelectuales baratos al otro lado de la frontera,
de guerreros sin causas en este lado del río,
el Sean, el Johny, el Brian, el Byron,
cuántos más cambiarán las hojas
por el plomo,
tres botellas por un libro,
y les queda el cambio.

Aquí nací y aquí moriré,
como murieron los que nos alcanzaron a atenderse,
esperando que los que vengan
traigan consigo
mucho más que un discurso
bajo el chaquetón,
sin agujeros que lamentar,
sin más corazones
que descuartizar.

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