miércoles, octubre 23, 2013

LA SOMBRA DEL CAÑÓN



A pie sobre la puerta híbrida,
donde se divide la vida y la muerte,
descanso - bajando la voz – para que nadie escuche,
y aunque grite
nadie escucha,
y aunque llore,
nadie escucha,
y aunque calle,
nadie escucha.

A pie sobre la sombra,
se ve la ciudad y sus cirios,
las ampolletas apagan la luz del cielo,
la luz del cielo, ciega los ojos,
los ojos, hablan con silencios que prefiero callar,
porque al final del día,
aunque caigan las palomas descuartizadas,
nadie habla,
nadie reclama,
porque nadie escucha.

A pie sobre el piano,
donde se escribe la última estrofa del día,
suenan los sueños
que se pierden en la ducha,
los disparos cantan más fuerte que los pianos,
las capuchas,
esconden ciudadanos,
los rostros,
se acobardan en la lucha.

Soy la sombra del cañón,
la sombra  que se resguarda
hablando con los hombros,
bailando con la bella,
escondiendo la mano ante el miedo o la ignorancia;

soy la sombra del que muere en el intento,
viendo como caen los inmortales,
que caen como mariposas en invierno,
solas al final del día,
como arcoíris sin colores,
en medio del mar con brújula incompetente,
como un árbol en la greda,
solos donde no exista más que soledad,
donde la dignidad, también queda sola
en el diccionario.

A pie sobre el cañón,
escucho la última explosión del día,
han muerto los pájaros,
las voces,
y yo seguiré en la sombra,
nadie escucha, porque nadie quiere escuchar,
la cobardía no será asunto de estado,
siempre,
siempre habrá alguien dispuesto a morir
por mi felicidad.

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