lunes, enero 08, 2007

CUANDO AMANECE EL DÍA

Relato Poético


Cuando amanece el día, flores marchitas reposan en mi cama, cansadas por pétalos rebeldes que lloran la huida de la luna ingrata que los abandona. Rosas negras se esconden en algún rincón de la habitación desesperada, huyendo del aire sin aire, del tiempo sin tiempo, buscando el exilio al espacio perfumado con horizontes de tapices sonrientes.

Cuando amanece el día, violetas muertas aparecen en nuestro jardín, esparcidas por nidos adoloridos de tanto llanto solitario. Mojado está el patio desconsolado, sin vida yacen camelias deslucidas y locas permanecen las palomas enajenadas.

Cuando amanece el día, nubes grises encierran un par de lágrimas, cargadas de recuerdos estremecidos por un soplo vacío y un silencio iracundo. El mar sumerge su esencia en olas afligidas que caen lento en la arena ausentes de huellas compañeras, mientras el sol apenado agoniza sus funciones.

Cuando amanece el día, nacen prados maltratados por los aires inocentes. Transitan vientos voraces de letras románticas y asoman brisas con dosis de angustia y desánimo. Plantas coloridas destiñen, árboles robustos se caen y algas secas habitan un oasis pantanezco, hundido en una espera barrosa que nubla la vista a la ilusión.

Cuando amanece el día, sábanas blancas esperan tu silueta. La luz medita quedarse en la escena, vacila por segundos, luego rehúsa continuar y desaparece del ahora espacio vacío de voces femeninas. ¿Será que ya no estás?. Tu vestido aún permanece, en la mesa aún está tu puesto y el mantel sigue llevando tu nombre.

Cuando amanece el día, nacen perdidos sus pasos de la tierra, caminan lentos por las calles del olvido en busca de un sorbo indiferente y un par de saludos amargos. Hacen un alto en la estación del tiempo, descansan con mariposas compungidas, al instante que se ven saludando al destino que sin prisa se ve pasar.

Cuando amanece el día, su imagen transparente brota en la pared despoblada. Mis ojos la ven, más sólo iluso es el retrato de su rostro sonriente. Pegada en el muro está con vagones de brillos en sus ojos. Era todavía una niña, porta el lápiz en sus manos, y ríe al vacío de fondo rojo que a su espalda la acompaña.

Cuando amanece el día, mis ojos ya no abren, dormidos descansan por años a la espera de un canto de voz tierna que los haga despertar…

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