jueves, enero 03, 2008

SOBRE EL 1-2


Juro ver tu nombre a diario
fornicando los jardines que te soportan la gracia
de llamarte como te llamas,
nombre tan cursi como decir
que tus labios saben a restos de lunas,
nombre tan bello como el sabor del lamido
que mi rostro a cualquier hora le dio sin descaro
a tus ojos,
mientras tú me cantabas la indiferencia rebotada en la ventana
del bus que nos vio besarnos en el saludo,
beso esfumado en el ardor de 6 ruedas corriendo desesperadas,
tal cual como mis manos huían del espacio
para no declamar el sismo al saber
que en mi mejilla posaron las más bellas margaritas
que aquellos verdes cristales portaron esa tarde,
cristales sin marco que hurgaron el desliz de la sombra
que tu cuello le diseñaba al reflejo,
bajo la perdida luz del día que comenzaba a relajarse.


Y disculpa a mi género por ser como la bestia
depravada que devora pezones levantados
ante cualquier ausencia de primates con frente de diablos,
pero no puedo si no contar que masturbé las pupilas
con el sonido de tus pechos,
que observé una y mil veces la imagen desnuda
de tu sombra semi muerta mirando alguna almohada,
mientras a dos segundos de nuestros sudores
se veía un espejo mostrando mis piernas frunciendo el ceño,
por saber que no hay más que un rudo inconciente
que dibuja esta y mil pinturas más,
en medio de los soles que hacen de cómplices
por dejar que te vea perversamente la piel,
la que hasta estos días siguen frotando mis sienes.


Y tendrá que venir esa otra mujer de la que nada sabes,
para que mate de una vez este metal que me tiene
como inerte botando salivas
cuando te recuerdo mirando mi pecho,
cuando aun gritan mis zapatos con la resonancia
de los gemidos que tu frente me protestó
en el vuelco de mi vista hacia la tierra de colores suaves,
finos como los aromas derramados en la humedad todavía presente
en el vacío asiento que hace minutos yace muerto
tras el asedio de tu bolso en algún punto de esta bulliciosa carretera.


Pero diré aquí
que juro buscar tu apellido hasta que no queden manos vivas,
juro que callaré mis tragedias para no mirar más la sangre burda
que mece la sorpresa de tener los ojos dominados
con el aliento desconocido de tu fachada recién vista,
juro que no haré más versos negros ni destierros magros,
que no seré más un terco ensuciado con malas mujeres
que cerca de mis venas muchas veces me tuvieron,
porque hoy sólo crearé a un ángel cantando alaridos
de silenciosas visiones,
con tintas bosquejando esa imagen de tu rostro riéndose
incesante del desamparado Jesucristo,
por saber que no hay solo un ser humano perfecto
del que todo el mundo habla;
así que no me digas ahora que no existes,
no me digas que mis sienes burlaron mis ojos
mofándose de mi ignorancia,
porque entonces no habrá más poeta en mi vientre
que reclame siquiera una letra
que abona tu nombre,
clandestino nombre partidario de lo cursi y lo romántico,
y que usan para decir te quiero escondiendo los anillos
en el asiento de oficina,
como yo cubro el aliento de tus vellos
para no quedar desnudo en algún centro de tortura,
porque nadie sabe quién eres,
porque todos creen lo que creen,
y nadie pregunta lo que no saben,
entonces por un tiempo será mejor que calle,
y así dejar la licencia de normal buitre
para no deformar tu rostro,
ese que paseaste en lo concreto como guardaespaldas del sediento chofer,
ese mismo rostro que en la pedante paradoja carga pétalos
en el frío plástico que te identifica,
aunque yo no necesito plástico ni una cinta muerta,
para saber que entre más te escribo,
no paro de esperar que algún día veas la noche parada de mi puerta.




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