domingo, agosto 17, 2008

LA MONEDA



Sucede que hoy te escribo porque te he visto viva,
radiante y hasta más bella,
porque me han dado ganas de penetrarte y besarte las paredes
hasta lubricar la sombra insana que esconde el tiempo
en tus visillos,
me han dado deseos que hacerte un chalé de rosas
para evitar que lleguen más cascos a la sala de prensa,
para trabar la estadía de los lustres de cuero fino y corbatas sordas,
que por momentos parecen mofarse del naranjo herido,
de la entrada cubierta todavía con alfombra roja,
aún estilante de la batalla antigua que la dejó teñida
hasta nuestros días,
y donde las palomas parecen volar un poco más tranquilas
sobre el mástil recompuesto,
que alguna vez se vio mirando el suelo
pidiendo detener el saqueo polvoriento
de un par de unicornios
que se quedaron a criar la viruela que sigue matando las sienes
de los que se escondieron y murieron,
también de los que vivieron.


Y es que hoy te escribo porque estás viva,
silenciosa cuidándonos las espaldas,
a veces los bolsillos,
también nuestras vidas,


estás rogando a tus hospedantes
que no cesen sus mínimos y mediáticos esfuerzos
por declarar culpables a los traidores sucios,
asquientos de pólvora colgando de sus miembros,
risueños de la memoria perdida en alguna fétida fosa
olvidada,


te escribo porque miras a los niños jugar a las compras,
y lloras mientras tu patio se remata
en alguna firma megatelevisada,
bebiendo el vino de toda mi gente
que en algún quebrado piso de tierra
hace la fila esperando su turno para vivir.


Te escribo porque te he visto viva,
y porque eres mi casa.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Sublime.

Me quito el sombrero, Julio!!!