sábado, febrero 24, 2007

QUIMERA EN LAS SOMBRAS

Relato Erótico


Tomó de su copa esa noche, ella lo siguió. Los dos conversaban, mientras el tiempo sin atención pasaba a sus costados. Las dos criaturas se miraban, secretos propios se contaban en un aire que de a poco comenzaba a entibiarse. Cuatro horas llevaban moviendo la boca, ella reía, el sólo la miraba. Entre sus lentes, la pequeña artista observaba al muchacho, aquel de pelo extendido que brillantes tenía sus pupilas. La mujer sintió conocerlo, él, mientras, comenzaba a desearla.


El reloj marcaba las 21. Sentados seguían contándose sus vidas. Era este el quinto encuentro desde su primera vista. Hablaban del charango popular, del rock extraviado, de los problemas sociales, de la cultura clandestina y de las complicaciones de la vida. Loco estaba el hombre, feliz estaba ella. Feelling comenzó a pasearse por los aires, calor sintieron sus cuerpos, al compás de un salud que no pensaba detenerse.


04 marcó ya el reloj. Afuera era el frío, dentro la tibieza de sus alientos. Ambos se miraban. Ella buscó su hombro como refugio, él intentó abrazarla… no lo hizo. Los ojos femeninos de a poco se cerraban, mientras el hippie de chaqueta formal le seguía hablando. Casualmente tocaron sus manos, y ahí se quedaron. La mujer no la movió, él tampoco.

- Tengo sueño, dijo ella.

- Dormirás en mi cama, yo en el sofá, contestó él.

Así continuaron. Ninguno deseaba en realidad dejar la escena, como así también escaseaban las iniciativas.

- Te contaré un secreto -habló la muchacha-. Pero tiene que ser en tu oído, no quiero que escuchen las paredes.

- Pues dime.

Bastó un acercamiento y el joven escondió su oreja, depositando sus labios en los de ella. Se besaron sin tregua. Su lengua recorría la boca de la mujer. Esta, en tanto, saboreaba el ansiado beso. Se sintió deseada, percibía la corriente sensorial recorriendo su cuerpo, acompañado de las intrusas manos del joven que empezaron a palpar sus contornos.


El hombre sigue pegado a sus labios. Ella señalizó un alto, diciéndole al tiempo que se detuviera, que cortara esas codicias de sexo. Él la tomó del brazo –me gustas- le dijo. La muchacha mientras comenzó a desconocerse. Suprimió de su precario libro moralista la idea de no continuar, y prosiguió besándolo. Empezó un viaje por el cuello varonil, sus suaves y delicados labios se llenaban de morbo. Ella sentía el sabor de su piel, mientras seguían aún sus besos en el cuello. El joven, con la cabeza atenta al techo, cerraba sus ojos disfrutando el placer.



La mujer llegó hasta sus hombros. Sus besos no paraban. Siguió bajando en su trayecto libidinoso, su lengua invadía el vientre del hombre, pasó por su ombligo, y extendió su descenso. Paró a la altura de su sexo, tocó la dureza de la excitación, palpó el deseo que a punto estaba ya de estallar. Comenzó a quitarle el jeans, primero con el desabroche de aquel negro cinturón, luego el botón dorado que marcado quedó en el cuerpo del hombre y, en la liviandad de ropa, portando él solo la interior indumentaria, la dama de ojos expresivos empezó a besarle. Con el sexo del joven en sus manos, jugó a esconderlo en su boca. La erección era constante, y ella lo disfrutaba, mientras seguía rozando su lengua en esa rígida masa sexual. Así permaneció por minutos, saboreando el aroma lujurioso que se escapaba de su boca, y que reposaba en el órgano masculino. Lo pasó luego por sus pechos, una y otra vez, masturbando sus pensamientos con aquel acto erótico, al tiempo que con gemidos la muchacha concebía la máxima excitación.


Él la tomó de su rostro. La besó en la frente y boca, comenzó a tocar sus pechos, con fuerza los levantaba y sutilmente presionaba. El joven estaba a su espalda. Sus manos continuaban en sus finas colinas, sus dedos descansaban en la cima, mientras el roce de los glúteos femeninos con el sexo del hombre hacía aumentar el calor situacional.


Los dos se sentaron. Ella posó su puerta sobre él, mientras, el muchacho quiso entrar. Tocó con la tiesura de su sexo la entrada de la mujer ardiente. Golpeó y golpeó esa puerta, que de apoco comenzaba a abrirse. Y así fue, aquel duro aparato empezaba a entrar en la vulva femenina. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho y nueves veces, sin parar. El vaivén del duro cilindro carnoso empezaba la pavimentación al camino de la lujuria, del orgasmo que pronto está por aparecer.


Ella daba sutiles gritos de placer, él la seguía. Continuaba la escena, él entraba y salía del cuerpo de bellas curvas, mientras hacía paradas en sus mojados senos. Los besaba, los tomaba, presionaba, besaba nuevamente y continuaba el viaje de entrada y salida en esa entre pierna que sin descanso recibía los ataques sexuales.


Los decibeles aumentaban. Él la penetraba una y otra y otra y otra vez. Por momento ella paraba la escena sexual, para tomar el órgano masculino entre sus manos y sentir el sabor directo con sus labios y lengua. Luego, ya lo volvía a dejar en su intimidad que abierta empezaba a recibirlo nuevamente.


Iban 23 minutos de placer, descontrol, sexo y amor. El muchacho daba indicaciones de terminar. Seguía en su entrada y salida, aunque anunciaba ya que el momento iría a culminar. Y así fue. Eyacular en las paredes de su sexo, con las manos en sus pechos, con sus labios afirmando los de ella, fue el paso a la libertad tras la dictadura. Orgasmo puro se fue con ese líquido, y ella, sonriente, comenzaba a transparentarse. La almohada comenzaba a verse bajo la imagen de su bello rostro, que lentamente entraba un trance de desvanecimiento. Desaparecía de a poco su silueta, también su sombra y susurros. No había explicación, la razón se encontró con lo irrazonable, y alteraciones en los ojos del muchacho aparecieron.


Solo un sueño la trajo a su casa. Maldito inconsciente que jugó con sus deseos, insultó sus emociones y abrió el descontrol. No hay nadie, sólo él imaginando la sombra femenina, sólo él que tuvo sexo con el viento, sólo él que se enamoró de esos vírgenes aires que armaron, por 23 minutos, la más hermosa de las esculturas: Una mujer.



1 comentario:

Anónimo dijo...

gatito...

creo que hoy me convierto en tu admiradora, las palabras escritas en esta pagina me presentan a los amantes sin esfuerzo...