jueves, octubre 18, 2007

VÍCTOR JARA II

Poema


Víctor duerme con las letras
derramadas en su sangre.
Víctor hunde su mano en los azotes,
y los sentidos le muerden el cuerpo,
sentidos asustados y adoloridos,
sentidos misteriosos que entonaban su apaleado manifiesto,
sentidos fatigados junto a una bota que acariciaba su cabeza,
sentidos que recuerdan a su paloma,
sentidos que cantan en sus sienes
el arado y el cigarrito,
o algún recuerdo de Camilo Torres,
Ernesto Guevara, o el Río Mapocho,
sentidos que lo hicieron caer a su estadio de muerte,
el que hoy descansa su nombre
posando letras teñidas de patria y valentía.


Víctor besaba el cemento,
lamía obligado el sabor de sus desaguadas rodillas
botando musgos de dolor en los gritos de sus ojos.
Víctor advertía de soplones,
aún con el cáncer vestido de uniforme
mirando a unos metros,
y con la bomba en su pupila a punto del estallo.
Víctor tiene lápiz y una hoja,
y le escribe versos a su gente,
gente crucificada por cristianos ignorantes,
ortodoxos vestidos de guerra ante un inventado enemigo.


Así convive Víctor, entre la muchedumbre extorsionada
y los finales versos de su extendido canto,
el que extendió de aquí hasta Vietnam,
y donde quizá lo lee y escucha
desde alguna discursiva trinchera
la humanidad obrera.


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