miércoles, octubre 31, 2007

YO LEÍ EL CIUDADANO


Entre los musgos y las babas
de papeles coloridos y alargados,
entre gusanos de exquisitos nombres,
pulcros e importantes,
entre parlantes manchados de vinos cuicos,
congrios a la mesa escritos de finos protocolos,
o de buena clase como llaman los tiranos,
entre sucias pantallas infectadas de cruces
con aliento a vaticano,
yo leía el papel de los mapuches,
los reclamos de la tierra siendo toqueteada
por dientudos de sangre incolora,
leía de una brutal violación al mimado humedal del sur de Chile,
leía al charango escribiendo denuncias ciudadanas,
leía mis ansias de pobre periodista
mirando el fardo a fin de mes,
sin siquiera sobornarle a mi cabeza
un minuto de conciencia.


Y mientras Chile es un diálogo de los Edwards,
de un señor Claro, o del sir político canoso
con pinta de galán adinerado,
la señora de poncho que cuelga el crío
con cara de hambre,
opina sus poemas de espátulas y cascos mineros,
opina por medio de los chascones resentidos,
como dirían los de Las Condes,
o la Dehesa,
opina uniendo palabras,
como lo hago yo fuera de mi casa,
que desde hace un rato y no en vano,
mantengo firme mi vista
leyendo El Ciudadano


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