viernes, enero 11, 2008

NO ES ANTONIA, ES CARLA

A C. Valdés

Diré que la conocí como Antonia,
mientras ella hurgaba cementerios en los lluviosos
parajes de su tierra,
la conocí escondiendo sus llantos en las teclas,
y de cuyas lágrimas sacó la belleza de miles versos,
que me desvelaron leyendo vómitos espesos
y hechos sangre más allá de la madrugada,
cuando la luna nos vio mirando pantallas
cercanos hasta el silencio de la noche.



Todo el mundo supo que era Antonia,
la que de sus ojos dibujaba la huida de su sombra
para por fin encontrarse en lo noctámbulo,
escribiendo de sus espejos para que los mestizos españoles
y los chavales mexicanos,
los vagabundos señores con cama de cemento
y los pequeños sin bolsillos,
pudieran leerla en el mismo planeta
y sin limitaciones,
para que navegasen en la mixtura del lenguaje
y en la moribunda letanía, más un frenesí
corriendo por las venas que viven en sus dedos,
y que hoy se escuchan desde los pisos fríos
hasta más allá de donde murió Martí.



Pero me dice que ya no es más Antonia,
porque el nombre de poeta no es más que una sucia máscara
que no le pertenece,
entonces me dice a sus 22 años
que Carla es el nombre que ahora crece,
y que desde ahora el mundo es una letra
multiplicada en varias canciones
listas y dispuestas a ser vividas,
como si sus hojas fueran más que una casa,
fueran felices estaciones de su escritura pulida.



Qué tendrán sus dedos que engendran tanta criatura
mecidas en pequeños versos,
qué tendrán sus ojos que de simbiosis y psicosis
poco es lo que saben,
si en sus muslos reposan 500 páginas de algún trago
empinado por Pizarnik, Burdelaire o el mismo Rojas,
porque son las hojas editadas sus reales amoríos,
con los que conversa de algún sangriento demonio de la cuarta,
o de un pequeño e infante poeta de la séptima
bajo algún paragua en San Pablo o en alguna solera de Huechuraba.



Ay de esa Antonia que ya no existe,
ay de esa Carla que ahora nace,
y que sin muchas vistas en lo real
hemos consumidos metamorfosis
de esa manoseada palabra que cuenta de buenos amigos
y mejores personas,
ausentes en la necesidad de los tactos y lo concreto,
ay de esa poeta que me enseña a ser poeta,
ay de esa muchacha que nunca supo
que mientras parlaba sin cansancio
estas letras se fecundaban,
ay de esa Carla que ahora es grande,
y a quien le digo en estos versos que no calle nunca sus sienes,
porque yo y un millón más,
seguimos atentos a que no muera ni en la fantasía
los colosales poemas que escribe en cualquier día,
de seguro y sin mas reparos,
cargados de alevosía.



No se confunda, no le diga más Antonia, que ahora es Carla.

2 comentarios:

Anónimo dijo...
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
Carla Valdés Del Río dijo...

Amigo, que regalo más lindo.
Te quiero demasiado, un abrazo enorme y un salud por esa amistad hermosa que nos une.