martes, julio 15, 2008

LA MALDICIÓN DEL MARTES




Martes contiene todas las letras que odio,

la M
de maldad,
la A
de asesinato,
la R de raza,
la T de traición,
la E de esperanza,
y la S de sucio.


Y es que fue un martes cuando cometí mi primer crimen,
y sietes días después lo ratifiqué
mientras el verano me secaba la crueldad
que la juventud me puso como afrodisíaco,
acariciándome la maldad
de la que hoy reniego,


no fue un martes, sino un lunes en que conocí
el cambio de mis sienes,
porque supe de la existencia
de la medalla a la que más brillo le he sacado,
por tanto a la que más he querido,
pero que de luna y cielo
tiendo a perder en medio de mis ojos.



Y es que fue en un día martes
donde tuve que saber morir ante la muerte,
y aprender a jugar con la saliva
seca entre la soledad,
fue un martes cuando me avisaron
que debía aprender a sufrir,
y también a amar entre la oscuridad
de un juego, que me decía
que había que ser hábil para esconder la cabeza
cuando la ingratitud y el desprecio
formaran parte de lo cotidiano.



Fue martes también cuando el presidente cerró los ojos,
y tuvo la desdicha, en medio de la nubes,
de encontrarse con miles de amigos
que ni siquiera conocía,
llorando la gracia de tener el cielo sucio,
lleno de gaviotas sobrevolando las cabelleras
de hombres asustados de sus cuerpos,
pero con blindaje en sus cerebros.



Los martes es cuando la gente escribe cosas malas,
cuando llora y piensa que las historias no siempre
tienen finales felices,
es cuando se cree que la muerte podría ser retroactiva
y así poder subirse por unas horas a alguno de sus vagones,
es cuando la gente tiende a suicidarse,
y hoy es martes,
un muy mal día para estar solo,
escribiendo esas cosas malas
y pensando que este día
claramente no tuvo un final feliz,
y claro, olvidaba que fue martes.


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