Ella no sabe que le escribo,
pero sí sabe que algo escribo,
y aunque deteste cada letra de su foráneo aliento,
aun cuando nuestras placentas
hayan chocado en la misma tierra,
gusto leerle los labios
sabiendo que toda mi inteligencia
se transforma en una humillante negligencia,
por quedarme mirando el techo
esperando que alguien se me acerque
y me cuente lo que me quiso decir,
porque no entiendo lo que dice,
tampoco cómo lo dice.
no entiendo si tenemos el mismo Dios,
o el mismo ángel,
tampoco dilucido nuestros años,
menos el ring donde nos conocimos,
si es que de verdad nos conocimos.
Y debo confesarles que su nombre me gusta,
me gusta porque tiene forma de diamante
derramado en cada margen de su cuerpo,
cuerpo que me incita a profesar la eternidad
creando a la vida en 11 minutos,
unidos bajo la tempestad de lo ilegal
que nos propone el ring donde nos conocimos,
si es que de verdad nos conocimos.
Su apellido sólo es un apellido
y nada tiene que ver con la poesía de las armas.
menos de la muerte,
si es que de verdad existe la muerte.
Es posible que ella nunca sepa que yo le escribo,
aún cuando sabe que siempre algo escribo,
por el momento,
me detengo ante un respiro de mi descanso
y por dos horas a la semana
comienzo a enamorarme de mi universidad,
porque ya no existe la razón que me obligue
a destriparme la cabeza
cada vez que algún cuaderno me llame.
también tiene dulces que hablan de simplezas,
porque en lo simple es donde acostumbra dormir la belleza.
1 comentario:
ahí pueh ;)
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